RAFAEL SANTIAGO. Contracara

ELECCIONES Y DESERCIONES

A patadas y relinchos, con garras y pelotas las autoridades electorales hacen un desesperado intento por motivar la participación ciudadana en la entidad.

No es para menos. Siendo las mexicanas las elecciones más caras del mundo, la ciudadanía cada vez confía menos en los procesos llamados democráticos, en los que se destaca la componenda, la “burla” del voto, la compra de conciencias y hasta acusaciones de fraudes descarados.

Se gastan más de 17 mil millones de pesos en el Instituto Nacional Electoral (INE), que ha tomado el control hasta de las instancias locales. Con estos recursos, estos jeques que en lugar de petróleo comercian con votos, se entregan dobles aguinaldos, pagos extras, pensiones extraordinarias y hasta el Lorencillo Córdova dice que les alcanza para construir un “edificiote”, como diría Chava Flores, para presumir que hay muchos dineros en este país que se hunde en la miseria cada día más.

Las votaciones en Quintana Roo tienen baja participación. Un 60% en los mejores escenarios y hasta un 32 por ciento en las más recientes. La mayor participación es de las mujeres y el sector rural supera al urbano. Cifras que preocupan por todo el derroche que se hace con los dineros públicos. Se entiende que por lo menos inviten a los equipos deportivos de Pioneros, Tigres y Atlante para que promue­van la participación ciudadana con sus mascotas “Chente”, “Chacho” y “Pepe Potro”, respectivamente. Buscan a los viejos desencantados, pero sobre todo a los jóvenes que desconfían completamente en estos ejercicios democráticos, por considerarlos llenos de perversión e hipocresía.

LAS DESERCIONES

El juego político electoral utiliza todo tipo de acciones para demostrar la fortaleza propia y la debilidad del contrario. Carlos Joaquín, quien encabeza la alianza “perredopanista”, después de renunciar al PRI, pidió a sus seguidores del tricolor que hicieran lo propio en una bien planeada estrategia de renuncias. Los priistas respondieron con afiliaciones masivas, sobre todo de jóvenes en edad de votar que hicieron colas para pedir que se les afiliara. Con todo no se rebasan los decibeles que conduzcan a una confrontación.

En todos los casos son escenarios montados con fines mediáticos para convencer a incrédulos. Sin embargo se ha puesto el dedo en la llaga, realmente hay jaloneos dentro del PRI, que estaban con patadas por debajo de la mesa, pero que no afloraban ni hacían dudar del triunfo tricolor en el próximo proceso electoral. Si vamos a los antecedentes, en las elecciones pasadas ganó siete alcaldías sin alianza y tres coaligado con el Partido Nueva Alianza y el Verde Ecologista (por cierto en Playa del Carmen José Mauricio ganó solamente por el PRI, ya que el Verde lanzó a Liane Aké y Nueva Alianza a Gabriela Barquet). De cualquier modo, hay pues una sombra de éxito que se quiere refrendar.

En el proceso interno hubo asperezas y desplantes, forcejeos y amenazas que culminaron con la selección de Góngora para que fuera el elegido. Y sin embargo la operación cicatriz, obligado e ineludible ejercicio político, no ha comenzado. Y al contrario las diferencias parecen recrudecerse. En los eventos en que coinciden varios aspirantes hay caras largas y hasta un desgano al tomarse la foto del recuerdo.

El ex secretario de gobierno, Gabriel Mendicuti Loría, amenazó con renunciar si quedaba José Luis Toledo. No quedó “Chanito” y de todos modos renunció. No asiste al registro de Mauricio y después publica que es su amigo. Hace correr rumores de su salida del PRI y retuitea todos los boletines del Gobernador del Estado. Sabe que irse no es cosa fácil, ha realizado miles de negocios al amparo del poder y tiene una larga cola que le pisen. Pero hace circo, maroma y teatro para negociar al mejor postor y nadie lo pela, o no lo convencen, o ya decidió irse a la oposición.

Lo mismo pasa con la militancia que se declaró “chanista” de hueso colorado y con los mismos aspirantes. Los primeros ya se sentían con algún hueso y los segundos ya buscaban socios en los negocios que harían en las alcaldías. Y los que se pensaban en el equipo de campaña, ya no saben cómo ocultar sus filias pasadas. Y nadie les dice que sí, pero tampoco que no. Dudas y miedos. Y el chapulín colorado (así le dicen a Carlos Joaquín), está del otro lado de la barrera, así que ¿quién po­drá defenderlos?

El problema, más allá de esas reales a supuestas renuncias, está en amalgamar todas las corrientes que convergen en su interior. Con sus 87 años tiene experiencia sobrada. Ese extraño compás de espera, es lo que tiene de cabeza al tricolor.

Comments

comments

No hay comentarios