Actualmente los viejos estamos ‘fuera de la jugada’, pero en 50 años seremos el doble.

La revolución de los viejos

Actualmente 600 millones de viejos vivimos en el mundo, y en sólo 50 años más, seremos 1.200 millones. Millones de viejitos con los que nuestros hijos y nietos, lamentablemente, tendrán que compartir la realidad de los nuevos tiempos. Tiempos en los que un teléfono celular no sólo nos debe servir para avisar si me da un infarto, o si nos caemos, nos perdemos y esas cosas para la que los hijos nos regalan modernos equipos. Equipos con los que debemos lidiar, aunque sólo sea para llamar ambulancias, taxis, y algún vecino que nos pueda ayudar, siendo previamente advertido de que “son muy sencillos de usar”.
Dado que la tecnología cambia, ahora tengo un celular blanco en lugar de uno negro: toma fotos, filma videos, pone música, manda noticias y tiene mil botones que realmente no sé para qué sirven. Siempre que marco una tecla se marcan dos, y para verlas, debo primero “encontrar” los anteojos, mientras la urgencia se hace innecesaria… A nuestro juicio, deberían sacar uno para viejos y, segura estoy, sería un buen negocio… Como vemos, esta puede ser la opinión de cualquier adulto mayor que desestimamos, por parecer difícil de aceptar.
Indefectiblemente, en el mundo actual, los viejos estamos fuera de la jugada, incluyendo los “jóvenes” de 45 años que ya no encuentran trabajo o los retiran por la misma razón. Curiosamente, y lo peor de todo, es que los mismos viejos desprecian la vejez, considerándonos personas menos apreciables a pesar de lo jóvenes que nos podamos sentir.
Entre tanto, creo que deberíamos hacer la revolución de los viejos, sobre todo de las viejas que ya no usamos tacones altos ni pantalones apretados y le huimos a las escaleras sin barandal.
A pesar de que no comprendamos esta realidad, ya los tiempos en que los viejos controlemos el mundo están a la vuelta de la esquina, sólo esperando porque las letras de los envases de alimentos y medicamentos, incluyendo los menús en restaurantes y cafeterías sean un poco más legibles, y se adopten políticas elementales para hacernos la vida más fácil y autónoma.
Indefectiblemente, la economía de los nuevos tiempos tenderá a satisfacer las necesidades de tanta gente que, a pesar de las arrugas profundas y sus limitantes naturales, seguirán llenando calles y centros comerciales, generando un movimiento económico sobre la base de necesidades distintas e insospechadas por las nuevas generaciones, que, inevitablemente, tendrán que unirse a esta revolución, aunque sólo sea por su propio beneficio económico. (Por: Nancy Newman
Quequi)

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