Conexión invisible

Ser parte de algo más amplio nos permite transcender los límites de la individualidad, y  tener vivencias como un todo.

Toda sociedad experimenta cambios de acuerdo a lo que sucede fuera de ella.  No nos referimos sólo al aspecto económico mundial,  sino a toda actividad individual y aparentemente aislada, que contamina o atrae iguales, en cualquier parte del planeta.

De acuerdo con la teoría general  de los sistemas, no hay nada que se pueda comprender aisladamente, sino como parte de un todo. Si es de manera armónica estaríamos hablando de “alta sinergia”, y contrariamente, cuando se no se actúa para bien de la totalidad sino para para satisfacer propias necesidades, estaríamos hablando  de “baja sinergia”.

Rupert  Sheldrake, bioquímico británico siempre  sugirió  la posibilidad de la existencia de  campos de organización invisible que regulan la vida de un sistema, lo que sin duda, coincide con las Ondas Gravitacionales comprobadas recientemente y también descritas por Einstein, hace más  de 100 años.  A partir de la observación de  “la coincidencia” observada  en  estudios realizados sobre ratas, en polos opuestos del planeta  y sin ninguna relación entre ellos, en los que los resultados de un equipo se interrelacionaban sin causa aparente con los otros,  Sheldrake formuló la teoría de que,  si un miembro de una especie biológica aprende un comportamiento nuevo, el campo de organización invisible (campo morfo genético) de esa especie, cambia.

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