¡Hosanna al hijo de David!


Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Mateo 11:8-9

El Domingo de ramos un evento de tradición con sentido común que comúnmente olvidamos el sentido que tiene. Es fácil contagiarnos de la algarabía que hay en un grupo. Si ellos ríen, reímos; si aplauden aplaudimos, si gritan gritamos. Es la fuerza del grupo. Muchos de nosotros vamos a la iglesia porque nos llaman, pero olvidamos a qué fuimos.


Jesús entró a Jerusalén el domingo de ramos, fue proclamado rey, la gente se amotinaba, gritaban con júbilo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! ¿Qué quieren decir estas palabras? En la inmensa multitud, hay quienes vitorearon esas palabras de “Hosanna” y quienes lo repitieron sin saber su significado.

¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Puede traducirse como: ¡Sálvanos ahora Señor! ¡Bendito el Reino de nuestro padre David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!


Ellos estaban subyugados bajo el poder del imperio romano; ellos querían ser libres, veían en Jesús un rey, esperaban que un personaje que sanaba enfermos, echaba fuera demonios, multiplicaba el pan y la comida, resucitaba muertos, levantaba paralíticos, etcétera, era el idóneo para romper el yugo y establecer el reino que habían anhelado. Este rey debía ser aceptado y proclamado. Los gritos se oyen desde lejos, son los gritos de personas tan volubles, muy emotivas y sin razonar. Digo eso porque cinco días después dará la espalda a su rey proclamado y gritará pidiendo que lo crucifiquen.

Las personas año con año bendicen sus palmas, siguen proclamando con júbilo algo en lo que fácilmente olvidarán.


Tengo en mis manos una estampita con la imagen de Jesús, dice lo siguiente:
Me llamas luz y no me vez. Me llamas bueno y no confías en mí. Me llamas sabio y no me escuchas. Me llamas maestro y no me obedeces. Me llamas Señor y no me sirves. Soy amor y no me amas. Soy camino y no me sigues. Soy verdad y no me crees. Soy vida y no me deseas.

Me hizo pensar, es fácil hablar, somos fáciles de repetir lo que los demás dicen en la algarabía. Creer y vivirlo es el reto. ¡Bendiciones amigos y hermanos caminantes del camino llamado vida!
Pbro. Carlos Cesar Gonzáles Cruz.

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