Charles Bukowski, el escritor de transgresión amable

“Nunca hubiera votado a Donald Trump, somos libres, si somos capaces de amar y ser amados, un 14 de Febrero”

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

“El amor no mira con los ojos, sino con el espíritu: por eso pintan ciego al alado Cupido”, decía William Shakespeare. En la antigua Grecia, Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. A la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia. Los ‘sospechosos solterones’, más del 40% de los ciudadanos en México,  se preparan un nuevo 14 de Febrero, el Día del Amor y la Amistad, para volver a responder por qué no te han casado. El papa Francisco leyó, afortunadamente,  también al maldito vecino de Los Ángeles,  Estados Unidos, Charles Bukowski…

¿Por qué no te has casado? La pregunta del millón, para la que la mayoría de los ‘acusados’ y ‘acusadas’ no tienen una respuesta honesta y coherente, además, da un poco igual que contestes a un o una metiche o marujo o maruja que todavía no has encontrado la horma de tu zapato o que los hombres o las mujeres solo te han querido utilizar para el sexo duro. Pensarán, primero, sin ningún género de dudas, que eres homosexual. Lo único que les puede salvar son unas buenas manchas de grasa en la camisa o blusa, pantalón, falda o vestido o un descosido o que le intenten meter mano a los obsesivos-compulsivos que no paran de preguntar por qué viven solos. Todos sabemos que San Valentín es una creación diabólica de los grandes almacenes para vender tarjetas de felicitación con fotos de niños diciendo cursiladas, cajas de bombones en forma de corazón y ropa interior sexy que casi nunca se usa. Sin embargo, no puede negarse que es una festividad que ha calado en la sociedad, que ha acabado por encarnar los valores del amor y de los enamorados. Y que, por lo tanto, supone una clara e intolerable discriminación para los colectivos marginados. Sin ir más lejos, el de los solteros y solteras sin compromiso. En estos tiempos que se imponen los bautizos para agnósticos y mandamientos, mitzvah para gentiles, los que no han encontrado la media naranja ni un medio melón que les consuele, piden enérgicamente un pequeño hueco en esta celebración, un San Valentín para solteros. Los que no estén en esa situación no pueden entender el escalofrío que les recorre el cuerpo a los que, pasada una determinada edad, deben contestar casi a diario a la archimanida pregunta sobre su estado civil.

Si no fuera porque se han encontrado en esa situación un millón de veces probablemente se sentirían como si estuvieran en una reunión de alcohólicos anónimos confesando: “Sí, tengo un serio problema con la bebida”. ¿Pero soltero, soltero, soltera, soltera? ¿No has estado nunca casado, casada? Estas suelen ser las siguientes preguntas de rigor. Suele ser habitual el utilizar ese término absurdo que se utiliza últimamente: single (soltero, solo, uno, individual, solitario, singular…). En nuestros tiempos de juventud single era exclusivamente un disco fonográfico de corta duración, de dos canciones, a 45 revoluciones y no a 33 como los LP grandes, donde aparecía siempre en la cara A la canción más comercial de la grabación y que, normalmente, daba título a todo el trabajo. En la B, era una obra de puro relleno. Esta parte nunca se rayaba, por haberla condenado al olvido. A pesar de mi formación periodística, no lejana muchas veces a la publicitaria, no me gustan los absurdos eufemismos que se utilizan para llamar a las cosas que ya tienen nombre. Si no has estado casado eres soltero, si has estado casado y ya no lo estás eres un divorciado, y si eres viudo, mis condolencias pero esa es la palabra que se utiliza. ¿Pero vivirás con alguien, no? Llegado este punto lo mejor es negar con un movimiento de cabeza sin entrar en más explicaciones del tipo: “Vivía con un novio o vivía con una novia pero lo dejamos o sigo viviendo en casa de mis padres porque la cosa está muy achuchada”.

Si el interlocutor es un hombre, lo más probable es que el interrogatorio acabe ahí aunque, sin ninguna necesidad de ser telépata, puedes adivinar que está pensando: primero, este tío es gay, como dicen en la España del esperpento, “soltero maduro, puto seguro”; segundo, es un sabio, la vieja escuela de “soltero y cuarentón, que suerte tienes bribón”. Se imaginará, casi siempre erróneamente, una vida de vicio y perversión en la que uno se levanta junto a una diosa de largas piernas diferente cada mañana. Sin embargo, si la interlocutora es una mujer, es casi seguro que no se va a conformar con una explicación vaga y continuará con el interrogatorio. ¿Por qué no te has casado?

Puede pensar, en plan condescendiente que eres un raro. Seguro que es de los que no puede vivir sin las lentejas con chorizo de su madre. Es un obseso de sus libros llenos de polvo y comején, capaces de provocarte un enfisema pulmonar, de los comics de Malfalda o Astérix y Obélix o de sus colecciones siempre incompletas de vitolas de puros habanos, desaparecidos sellos de filatelia por culpa de la Red, de sus viejísimas botellas avinagradas de vinos de su Rioja o Ribera del Duero, o de las magníficas bodegas mexicanas de vino Maduro, por culpa de la edad y no de los malos corchos como repite hasta la embriaguez, rayando al ‘delirium tremens’. Por su mente pasará la idea de un maniático. Debe de ser de esos que tiene las camisas ordenadas por colores y le puede dar un ataque de urticaria si se encuentra una pestaña en el lavabo. Un golfo no es descabellado pensar. Inevitable si realmente está intentando meterle mano.

También cabe la opción de que seas un psicópata, que va a intentar descuartizarla a la menor ocasión y que expondrá su cabeza disecada, como si fuera un discípulo de ‘John el yihadista’ de ISIS, en algún rincón secreto de su siniestra mansión junto al de otras incautas. Es dura la vida del ‘chicoviejo’ o ‘solterona’ como dicen peyorativamente en España. Como verán, un soltero o una soltera, sin abrir prácticamente la boca ya han sido juzgados, condenados y, muchas veces ejecutados. ¿Se merecen o no una festividad que conmemore la incomprensión a la que se ven som

Uno de los símbolos de San Valentín, se le describe como un niño alado y armado con arco y flechas que son disparadas a dioses y humanos, provocando que se enamoren profundamente. En ocasiones lleva también los ojos vendados, para mostrar que el amor es ciego. Su propia historia de amor aparece narrado en su forma más completa en la novela latina “El asno de oro” o “Las Metamorfosis” de Apuleyo, doscientos años después de Cristo. Consciente del poder que tenía, a veces rechazaba las peticiones de su madre y los demás dioses de interferir en el curso de la vida de algunos mortales así que provocaba frecuentes problemas a los dioses. Un día a se enfadó con Apolo cuando éste bromeo sobre sus habilidades como arquero, así que Cupido hizo que Apolo se enamorara de la ninfa Dafne y a ella le dispara una flecha con punta de plomo. Dafne reza al dios río Peneo pidiendo ayuda y fue transformada en un árbol de laurel, que se consagra a Apolo. Así entre rebeldía a y travesuras, Cupido cumplía con su cometido. Al paso del tiempo Venus comenzó a preocuparse porque su hijo no crecía. En busca de una respuesta se dirigió al Oráculo de Temis, quien le dijo: “El amor no puede crecer sin pasión. Venus no comprendió la respuesta hasta que nació su hijo Anteros, dios de la pasión. Cuando estaba junto a él, Cupido crecía y se transformaba en un hermoso joven, pero cuando se separaban, volvía a a ser un niño.

Por otro lado en la Tierra de los mortales vivía una princesa llamada Psique (Alma), que a pesar de ser tan bella no lograba encontrar marido pues los hombres que la idolatraban no se sentían dignos de ella. Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psique, pero éste predijo que ella encontraría el amor en un precipicio. El marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y poderosa, llegaría hasta ella y la haría su esposa. Venus celosa por la gran belleza de Psique le pidió a Cupido que la hiciera enamorarse locamente del hombre más feo, vil y despreciable del mundo. Enterada de que se encontraba en el borde del abismo, envió a su hijo a dispararle sus flechas pero este al verla, se enamoró profundamente de ella y creció hasta convertirse en un apuesto joven. Contra los deseos de Venus, Cupido llevó a Psique por arte de magia a un castillo aislado y se casa con ella, teniendo la condición de que como simple mortal, tenía prohibido mirarlo. La princesa al sentirlo cerca y escuchar su dulce voz no sintió temor, estaba segura que no era un monstruo, sino el amante esposo que tanto tiempo había deseado. Él la visitaba todas las noches rogándole siempre que no viera su rostro.

Eran muy felices hasta que convencida por sus envidiosas hermanas, Psique rompió la prohibición impuesta por los dioses y mira a su marido. Eso le valió el castigo de ser abandonada por Cupido, quien con tristeza se despidió diciéndole: “El Amor no puede vivir sin confianza”. Expulsada del castillo, la arrepentida princesa recorrió el mundo en busca de su amado, superando una serie de desafíos cada vez más difíciles y peligrosos impuestos por Venus. Como última instrucción le dio una pequeña caja indicándole que la llevara al inframundo. Tenía que llevar un poco de belleza a Proserpina la esposa de Plutón. Se le advirtió también que por ningún motivo debía abrir la caja. Psique se alista para el viaje y durante él se enfrenta a varios peligros que fueron superados gracias a los consejos dados, sin embargo la curiosidad por abrir la caja la venció así que lo hizo y al momento cayó en un profundo sueño que parecía la muerte. Cupido al encontrarla, le retira el sueño mortal de su cuerpo y lo puso de nuevo en la caja. Finalmente la perdona al igual que Venus. Fue tanto lo que ella luchó que finalmente los dioses conmovidos por el amor de Psique hacia Cupido, la convirtieron en una diosa para que pudiera reunirse con su amado. Felizmente Cupido y Psique: El Amor y el Alma, se unieron tras duras pruebas. De esta unión nació una hija llamada Voluptas cuyo nombre significa placer, de donde derivan palabras como voluptuosidad.

A partir de la historia de estos dos personajes el amor ha sido simbolizado por dos corazones atravesados por una flecha: la flecha de Cupido. “El amor no mira con los ojos, sino con el espíritu: por eso pintan ciego al alado Cupido”, decía William Shakespeare. A pesar de que hoy en día es una de las celebraciones más consumistas y que más beneficios generan a infinidad de comercios, el Día de San Valentín en sus orígenes no fue inventado por unos grandes almacenes, tal y como señalan algunos, aunque fue hábilmente aprovechada por los empresarios para sacar una buena tajada de una fecha tan señalada en el calendario. Pero el Día de San Valentín, como sinónimo del día de los enamorados empezó a celebrarse quince siglos atrás, concretamente en el año 494 después de Cristo, siendo auspiciado por el papa Gelasio I, quien tomó la medida de celebrar una festividad católica el 14 de febrero, con el fin de anular y prohibir la fiesta pagana de las Lupercales que se celebraba desde la Antigua Roma cada 15 de febrero en honor a Lupercus, protector de los pastores y sus rebaños y como homenaje a la loba que amamantaba a los gemelos Rómulo y Remo (destinados a fundar Roma según las antiguas leyendas).

Desde el siglo IV se había ido eliminando paulatinamente todas las celebraciones paganas, siendo sustituidas o reconvertidas en otras de carácter religioso. Gelasio I necesitaba anteponer otra fiesta a la celebración de las Lupercales, por lo que escogió el del santo que caía justo un día antes y que había -supuestamente- vivido dos siglos antes: San Valentín. No se tenía muy claro quién era este santo, que venía a suplir esa importante fiesta pagana, pero alrededor de él se crearon infinidad de leyendas -la mayoría desmentidas con el transcurso de los siglos- que indicaban que Valentín había sido bondadoso médico romano que decidió hacerse cristiano y ordenarse como sacerdote, y como tal ofició un buen número de bodas entre jóvenes enamorados. El problema residía en que en aquella época, los soldados no podían contraer matrimonio, pero muchos fueron los que quisieron hacerlo para unirse a sus amadas. Según explica la leyenda, el emperador romano Claudio II se enteró de lo que estaba realizando Valentín y ordena ejecutarlo, convirtiéndose el religioso en un mártir y referente de todos los enamorados. Al menos esta es la historia que difundió la Iglesia Católica para justificar el hecho de instaurar, la celebración del Día de los Enamorados en la festividad de San Valentín y por lo tanto así poder cargarse de un plumazo la fiesta pagana de las Lupercales. Y como festividad religiosa se estuvo celebrando a lo largo de los siguientes quince siglos (hasta 1969) año en el que bajo el pontificado de Pablo VI la Iglesia Católica decidió eliminar San Valentín como festividad del calendario postconciliar (acordado en el Concilio Vaticano II), pasando a ser esta una fecha con santo pero sin celebración.

Pero por aquel entonces la comercialización del Día de San Valentín como fecha del Día de los Enamorados ya estaba totalmente instaurada en la sociedad de consumo. Como nota curiosa, indicar que el primer registro que existe sobre la comercialización de esta fecha es el que señala a la norteamericana Esther A. Howland como la precursora de la venta de tarjetas regalo con motivos románticos y dibujos de enamorados que ideó y realizó a mediados de la década de 1840, vendiéndolas por unos centavos en la librería que regentaba su padre en Worcester, Massachusetts, y las cuales se convirtieron en todo un éxito. Cabe destacar que varios son los santos llamados Valentín a los que se les ha adjudicado ser el “santo” al que se le dedica el Día de los Enamorados, no llegando a ningún acuerdo ni tan siquiera los mismos miembros de la Iglesia, por lo que las leyendas y mitos alrededor de este personaje y sus diferentes procedencias son múltiples, pudiendo encontrarnos con infinidad de iglesias que dicen tener los restos de San Valentín.

El papa Francisco quiere recristianizar la fiesta de San Valentín. Recuerdo el festejo multitudinario del ‘Día de los Enamorados’ celebrado hace unos años en la plaza de San Pedro. Roma busca devolver un sentido religioso a una fiesta de moda hoy en el mundo pero con fuertes rasgos consumistas: una ocasión muy especial para los negocios de los rubros flores, tarjetas, chocolates, peluches, lencería y hasta joyas. Ni hablar de las reservas en restaurantes… No faltará quien tilde de populista al Papa por este tipo de iniciativas; lo cierto es que Francisco no elude ninguna problemática actual, pero privilegia el gesto y la acción. En tiempos de creciente laicidad, y en que cada vez más matrimonios terminan disueltos, Jorge Mario Bergoglio, el ‘revolucionario’ de la ‘Primavera del Mate’ quiere revalorizar el casamiento cristiano y, para ello, mejor empezar por el principio, generando un espacio para todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes que deseen poner su compromiso en manos de Dios y de la Iglesia.

Más del 40% de los mexicanos se encuentran solteros, Cupido sin puntería en México. La mayor parte de la población mexicana de 15 y más años de edad se encuentra unida, de acuerdo con estadísticas del Inegi. Casi 6 de cada 10 personas (58 %) se encontraba en alguna situación conyugal, mientras que 31 % estaba en la soltería y 10 separado, divorciado o viudo. Esta estructura cambia radicalmente conforme la edad de la población; por ejemplo, gran parte de los hombres jóvenes de 15 a 29 años son solteros (73 %), en tanto que en edades más avanzadas el predominio de la población unida es mayor: en los hombres de 30 a 59 años y en los de 60 y más años, dicha proporción llega a ser de 79 % y 76 %, respectivamente. En las mujeres se observa una configuración diferente, ya que su unión se da a más temprana edad. Es por ello que 36 % de las mujeres jóvenes se encuentra casada o en unión libre (10 puntos porcentuales más que los hombres de la misma edad). En el grupo de 30 a 59 años, existe un claro dominio de las mujeres unidas, pero su porcentaje es menor respecto a los varones en más de ocho puntos porcentuales, lo que significa que hay un gran contingente de mujeres que se encuentran separadas, divorciadas o viudas (13%), y aumenta en aquellas que tienen 60 años y más (43 %).

De acuerdo, con los últimos datos del Inegi, anualmente se registraron poco más de 558 mil matrimonios, y de esos 556 mil 269 fueron uniones legales de distinto sexo (99 %), y 1.749 (0,3%) fueron matrimonios legales de personas del mismo sexo. En los primeros sobresale el hecho de que el hombre tiene mayor edad que su cónyuge; ello sucede en 66 % de los casos, mientras que en 11% ambos tienen la misma edad y en 22 % el hombre es menor que su pareja. Cabe señalar que se llevaron a cabo 20.782 matrimonios donde la mujer era menor de edad (menor de 18 años), y de estos, en 89% el cónyuge tenía 18 o más años. Se registraron 123.883 divorcios. De estos, 123.786 son eventos de diferente sexo y en 97 casos los cónyuges que se divorciaron son del mismo sexo. Si se consideran sólo los divorcios de diferente sexo, en 2015 la edad promedio de los hombres al momento de divorciarse es de 39 años y de 37 en las mujeres. En cuanto su condición de actividad, en 50 % de los divorcios ambos forman parte de la población económicamente activa; en 22 % solo él; en 2 % sólo ella, y en 1 % ninguno. De las mujeres que se divorciaron, 18 % tenía mayor escolaridad respecto a su cónyuge; 40 % tenían el mismo grado de escolaridad y 17 % era menor. En los últimos años el número de divorcios ha aumentado en relación con los matrimonios, y ello se debe a que un mayor número de personas decide vivir en unión libre, dando paso a menor número de uniones legales. Entre los años 2000 y 2017 el monto de divorcios aumentó 136 %, mientras que el de matrimonios se redujo en 21 %. Las principales causas de divorcio se dan por mutuo consentimiento (50 %), voluntario unilateral (34 %) y la separación por 2 años o más, independientemente del motivo (8 %). En suma, estas tres causas representan 93 % del total de divorcios de distinto sexo.

Charles Bukowski, bautizado como Heinrich Karl Bukowski (Andernach, 16 de agosto de 1920 – Los Ángeles, 9 de marzo de 1994), fue un escritor y poeta estadounidense nacido en Alemania. A menudo fue erróneamente asociado con los escritores de la Generación Beat, debido a sus similitudes de estilo y actitud. La escritura de Bukowski está fuertemente influida por la atmósfera de la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida, Los Ángeles. Fue un autor prolífico, escribió más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas. A menudo es mencionado como influencia de autores contemporáneos y su estilo es frecuentemente imitado. Fue un personaje extremadamente excéntrico y arrebatado. Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años. Hoy en día es considerado uno de los escritores más influyentes y símbolo del ‘realismo sucio’ y la literatura independiente. La obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito. ‘Factótum’, ‘Escritos de un viejo indecente’, ‘Mujeres’, ‘Música de cañerías’, ‘Ordinaria locura’, ‘La máquina de follar’, ‘Ausencia del héroe. Relatos y ensayos inéditos 1946-1992’, ‘Pulp’… son algunos de sus títulos más famosos.

Estas son algunas de sus frases: “La definición de la vida es problemas”; “Mi ambición está limitada por mi pereza”; “El hombre ha nacido para morir. ¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo. Esperar que canten los ratones. Esperar que a las serpientes les crezcan alas. Perder el tiempo”; “Cuando el espíritu se desvanece aparece la forma”; “El dinero siempre tiene dos inconvenientes: demasiado o demasiado poco”; “Se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez; todo lo demás es romanticismo grandioso o política”; “Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener”; “Casi siempre lo mejor de la vida consiste en no hacer nada en absoluto, en pasar el tiempo reflexionando, rumiando todo ello. Quiero decir pongamos que alguien comprende que todo es un absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es un absurdo y la consciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo optimista”; “Sé lo bastante bueno en cualquier cosa y te crearás tus propios enemigos”; “Por supuesto que es posible amar a un ser humano si no lo conoces demasiado”; “Algunos perros que duermen a la noche deben soñar con huesos y yo recuerdo tus huesos en la carne o mejor en ese vestido verde oscuro y esos zapatos de taco alto negros y brillantes”; “No sentía rencor alguno hacia la sociedad porque no pertenecía a ella”; “Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí”; “El amor es una niebla que se quema con el primer sol de la realidad”; “Incluso en el hipódromo veo correr a los caballos y me parece que no tiene sentido”; “Nunca sentía soledad; cuanto más separado de la especie humana se encontraba, mejor se sentía”; “Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”; “Un intelectual dice una cosa simple de un modo difícil. Un artista dice algo difícil de modo simple”; “Nuestra sociedad la hemos formado con nuestra falta de espíritu; es como si nos la mereciésemos”…

La poesía es la expresión de un sentimiento íntimo del ser y eso basta, no importa lo que otros intenten interpretar, es lo que siente el poeta en un momento y solo, él lo sabe… “A la puta que se llevó mis poemas”, de Charles Bukowski. “Algunos dicen que debemos eliminar del poema los remordimientos personales, permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero ¡Por Dios! ¡Doce poemas perdidos y no tengo copias! ¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores! ¡Es intolerable! ¿Tratas de joderme como a los demás? ¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero? Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones borrachos y enfermos en el rincón. La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50, pero no mis poemas. No soy Shakespeare pero puede ser que algún día ya no escriba más, abstractos o de los otros. Siempre habrá dinero y putas y borrachos hasta que caiga la última bomba, pero como dijo Dios, cruzándose de piernas: Veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía”.

El presidente de Estados Unidos se burla del Oscar a ‘Parásitos’, pues no le gusta “oler a pobre”, por sus orígenes de emigrantes alemanes… “Tenemos suficientes problemas con Corea del Sur por el comercio y ¿les dan el Oscar a la mejor película?”. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha criticado este jueves a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas por otorgar el mayor galardón de los Oscar a la surcoreana ‘Parásitos’. En un mitin de campaña en Colorado Springs (Colorado), el republicano se burló de la ceremonia en la que el filme se llevó además el premio a mejor dirección, guion original y mejor película internacional. “¡Qué malos fueron los premios de la Academia este año! ¿Los visteis?”, dijo Trump a los presentes en el acto. “Y el ganador es… ¡Una película de Corea del Sur! Pero, ¿de qué demonios va todo esto?”, prosiguió el presidente estadounidense, que lucha por su reelección por cuatro años más. “¿Estuvo bien? No lo sé”, dijo Trump, quien pareció indicar que no había visto la película. Neon, el distribuidor estadounidense de ‘Parásitos’, respondió al presidente en Twitter, diciendo que su oposición a la película subtitulada era “comprensible”. “No puede leer”, se escribió en la cuenta. ‘Parásitos’ es la primera película no producida en Estados Unidos que gana ese Oscar. “¿Podemos recuperar ‘Lo que el viento se llevó’ por favor? ¿Sunset Boulevard?”, sugirió durante su mofa el magnate norteamericano. Al tiempo que Trump pronunció sus palabras, el público lo jaleó con risas y abucheos a la Academia de Hollywood, responsable de entregar los Oscar. Pero no solo la sátira del director Bong Joon-ho recibió la atención de Trump, también dedicó unas palabras al actor Brad Pitt, que esa noche ganó el premio a mejor actor de reparto. Pitt fue uno de los pocos en hacer alguna referencia política al recibir su premio: “Tengo 45 segundos. Eso es más de lo que el Senado le ha dado a John Bolton”, dijo en el escenario. “Dio un discurso de pequeño sabio. Es un pequeño sabio”, respondía el otro rubio, zanahoria, y ‘guaperras’, mantecoso, del ‘realismo mágico’ que se desarrolla en el Despacho Oval de la Casa Blanca de los Estados Unidos, con sus elementos fantásticos o mágicos que son percibidos como normales por los republicanos y otros personajes del antiglobalismo e hipernacionalistas de Steve Bannon, el Rasputín del presidente que vino del frío.

Después de dejar Washington, Bannon ha hecho campaña y ha ayudado a varios movimientos políticos europeos de derecha y extrema derecha. Estos incluyen el Frente Nacional de Francia, la Fidesz de Hungría, la Alternativa para Alemania, los Demócratas de Suecia, el Partido por la Libertad de Holanda, la Liga del Norte de Italia, el Partido de la Libertad de Austria, el Partido Popular de Suiza,el Frente NOS en Argentina, VOX en España , y el movimiento identitario paneuropeo. Bannon cree que los movimientos antes mencionados, junto con el japonés Shinzo Abe, el indio Narendra Modi, el ruso Vladimir Putin, el chino Xi Jinping y el estadounidense Donald Trump, así como líderes similares en Egipto, Filipinas, Polonia y Corea del Sur, son parte de un cambio global hacia el nacionalismo. Fundó en Bruselas la agrupación The Movement para promover el euroescepticismo, el identitarismo, el liberalismo económico y, en general, el populismo de derechas por el continente europeo, con ciudadanos afectados por la epidemia del independentismo como una parte de los catalanes. “Barcelona no es España…”. La mitad de sus vecinos no están de acuerdo con esta máxima, que quieren aplicarla de manera unilateral, saltándose a la torera las actuales leyes de España y la Unión Europea. Sus actitudes evocan a la Yugoslavia de Josip Broz. El ‘Mariscal Tito’ fue el principal arquitecto de una federación socialista, que duró desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1991. A pesar de ser uno de los fundadores del Kominform, fue también el primero en desafiar la hegemonía soviética. Fue partidario de la vía al socialismo independiente, y uno de los principales fundadores y promotores del Movimiento de Países No Alineados, así como su primer secretario general. Como tal, apoyó la política de no alineamiento entre los dos bloques hostiles en la Guerra Fría. Tras su muerte, entre el 1991 y 2001 estallaron las guerras yugoslavas por conflictos étnico-religiosos entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro. Unas 200.000 personas murieron y millones fueron sacados de sus hogares millones.

Todo comenzó con el burdel del abuelo proxeneta de los Trump. “Vamos a hacer nuevamente grande a Estados Unidos”. Friedrich Drumpf, quien emigró a Nueva York  desde Alemania con solo 16 años; hizo fortuna con hoteles y restaurantes que funcionaron como prostíbulos durante la fiebre del oro; en 1885 llegaba a la Casa Blanca el demócrata Grover Cleveland, un presidente atípico por ser el único que ha tenido dos mandatos no consecutivos, que además vetó una ley que pretendía restringir la entrada de extranjeros al país; hoy, 135 años después, otro mandatario poco común tiene el mando de la Casa Blanca y, en este caso, estamos ante un obsesivo compulsivo por cerrar las fronteras y levantar miles de kilómetros de muros: Donald, su nieto”; a los originarios de Kallstadt, un apacible pueblecito germano cuya tradición vitivinícola data del Imperio Romano, se les conoce cariñosamente como Brulljesmacher, una palabra que en el dialecto regional significa fanfarrón, caprichos del destino. La periodista estadounidense Gwenda Blair es la autora del libro ‘The Trumps: Three Generations That Built An Empire’ (Los Trump: Tres generaciones que construyeron un imperio), actualizado en una reciente edición como ‘The Trumps: Three Generations of Builders and a Presidential Candidate’ (Tres generaciones de constructores y un candidato a la presidencia), donde investiga el origen de este linaje y sus negocios durante tres generaciones en los que se incluye claro está el proxenetismo y la prostitución como fuentes de origen de la fortuna Trump. El nuevo presidente nunca ha querido hablar de este capítulo familiar. El destino es caprichoso. En 1885 arribaba a la joven nación un inmigrante alemán de 16 años llamado Friedrich Drumpf. Traía sólo una maleta y no sabía una palabra de inglés, pero su talento innato le llevó a cumplir el sueño americano y levantar un imperio económico. Amasó una fortuna y regresó a su patria con la intención de quedarse para siempre, pero el gobierno germano le expulsó por eludir el servicio militar obligatorio. La presencia de la saga Trump en estas tierras ha sido de todo menos discreta y convencional desde que pisaran por primera vez el nuevo mundo. Al pasado del abuelo se suma el del padre, Fred Jr., que ha sido vinculado con los grupos del Ku Klux Klan de los años 20 de Nueva York. Pero para narrar la historia de esta estirpe, debemos primero viajar a su lugar de origen, una pequeña aldea rodeada de viñedos en la región germana del Palatinado.

Gwenda Blair investiga el origen de este linaje y sus negocios durante tres generaciones. Friedrich, el abuelo del republicano presidente de EE UU, vivía con sus padres, Christian Johannes Drumpf y Katharina Kober, dos vendimiadores que se ganaban la vida recolectando la uva, en Kallstadt, un apacible pueblecito germano cuya tradición vitivinícola data del Imperio Romano. Tras una larga enfermedad, su padre, el bisabuelo Christian, moría en 1877 con 48 años, dejando a la familia en la ruina. Sus cinco hermanos se pusieron a trabajar en el campo, pero la salud de Friedrich era tan endeble para afrontar aquella faena que, con sólo 14 años, en 1883, lo mandaron a la localidad vecina de Frankenthal para trabajar como aprendiz de peluquero. Cuando aprendió el oficio, tras dos intensos años, volvió a su pueblo natal. Allí, este joven, ya con 16, se dio cuenta de que aspiraba a algo que la vieja Europa ya no podía darle, riqueza. Además, hasta Baviera llegaban entonces los cantos de sirenas de una nueva tierra de oportunidades que se abría paso al otro lado del Atlántico. De modo que una noche, sin avisar, cogió la maleta, dejó una nota a su madre y se encaminó a Bremen, donde embarcó rumbo a EE UU.

Allí lo esperaba Nueva York, ciudad que la historia uniría para siempre a su apellido. Pero no al de Drumpf. El 16 de octubre, como muchos inmigrantes, se inscribió en el registro norteamericano, donde lo anotaron incorrectamente, u optó por asimilarlo a un sonido más inglés, como Frederick Trumpf, que acabaría derivando en Trump. Vivió un par de años en la casa de su hermana Katharina, que había emigrado antes que él. Encontró trabajo en una barbería donde hablaban alemán y se quedó allí seis años. Pero el primero de los Trump anhelaba más. En 1891, se marchó a la costa oeste, a Seattle, donde compró con sus ahorros un restaurante en el centro de la ciudad, en una zona donde en la época abundaban casinos, salones y burdeles, el red-light district conocido como Lava Beds. El local fue bautizado como Poodle Dog, y en él servía alcohol, comida y ofrecía “habitaciones para señoritas”, que era como eufemísticamente se anunciaba que había prostitutas. Frederick vendió sus propiedades justo antes de que el negocio se viniera abajo, para luego trasladarse a Klondike, en el territorio canadiense de Yukon, junto a Alaska, donde volvió a repetir la fórmula de ofrecer cama, comida, licor y sexo en establecimientos como el Restaurante Hotel Actic y el White Horse Restaurant Inn. Un periódico local describía su negocio como apto “para los hombres solteros del Ártico, con excelentes alojamientos, así como el mejor restaurante, pero no aconsejable para mujeres respetables que vayan a dormir, porque son susceptibles de escuchar sonidos depravados que ofendería su sensibilidad”. La fórmula se repetía en sus locales. Un bar, instalaciones para juegos de azar y zonas oscuras con cortinas de terciopelo, donde ofrecían sus servicios las conocidas como ‘sporting ladies’.

Tras la aventura americana, Frederick Trump dio por concluido su sueño. Vendió sus inversiones y regresó a Alemania en 1901. Una vez más, le funcionó el olfato y se adelantó al final de la fiebre del oro y el consiguiente declive de la prostitución. En opinión de la biógrafa, “demostró ser muy previsor y supo retirarse justo antes de que aquello empezara a decaer y los mineros se marcharan”. “Y no se contagió de la fiebre del oro. Muchos empresarios como él no hicieron dinero allí». Una vez de vuelta a su pueblo natal, se casó con su antigua vecina Elizabeth Christ, la abuela de Donald. Regresaron a Nueva York, donde abrió una barbería y regentó un hotel y un restaurante. Allí tuvieron a su primera hija, Elizabeth. Pero al poco, la nostalgia sumió a su esposa en una depresión, y en 1894 volvieron a Alemania con la idea de envejecer allí. Pero el Gobierno germano apareció en escena. En aquella época el servicio militar era obligatorio en Alemania hasta los 35 años, justo la edad a la que regresó el abuelo Trump. Su ayuntamiento trató de ayudarle, en un intento de conservar en el pueblo la fortuna de aquel hijo pródigo, valorada en 80.000 marcos, medio millón de dólares de hoy. Pero las autoridades de Baviera consideraron que Firederich, con su aventura americana, sólo perseguía evitar el servicio militar, de modo que le retiró la ciudadanía y lo mandó de vuelta a América en 1905, con su esposa embarazada, que daría a luz en Nueva York a Frederick, padre de Donald, y luego John, ya completamente estadounidenses. Finalmente, el abuelo del nuevo presidente murió a los 49 años, en Queens, durante la epidemia de gripe española. Su mujer Elizabeth usó su herencia para continuar el negocio inmobiliario con su hijo mayor, nuestro siguiente protagonista, Fred Junior, el padre del comandante en jefe.

“El segundo Trump también mostró destreza. No vivió la fiebre del oro y le tocó la gran depresión, pero supo sacar provecho de los programas de ayudas federales y subsidios de la época que buscaban levantar la economía. Él transmitió a su Donald todo sobre negocios y cómo ser competitivo. Le enseñó la frase de ‘ganar lo es todo, no hay límites’. Y mira ahora a su hijo», señala Blair. Al margen de la faceta empresarial que recoge en este libro, sobre el padre del futuro presidente de los EE. UU., fallecido en 1999, aparecieron en septiembre de 2015 noticias inquietantes. Justo cuando su hijo daba los primeros pasos de su carrera política, la prensa desenterró de la hemeroteca del New York Times un artículo publicado el 1 de junio de 1927 que relacionaba a Fred Trump con el Ku Klux Klan. La crónica periodística lo vinculaba con una pelea que enfrentó a 1.000 civiles relacionados con el grupo racista contra 100 policías en Queens. Aunque no fue acusado oficialmente, Fred Trump fue uno de los siete arrestados durante el incidente. Hay que tener en cuenta que en aquel momento las prácticas racistas en los EE. UU. estaban generalizadas y el KKK campaba a sus anchas. Donald Trump más tarde negaría la relación de su padre con el KKK, aunque no pudo desmentir por completo aquel suceso.

Frederick Trump también fue una víctima del rechazo por razones de nacionalidad. Tras casarse con una joven escocesa llamada Mary Anne MacLeod, retomó el negocio inmobiliario con su madre, la viuda de Friedrich, una mujer orgullosa de su origen germano, algo que espantaba a muchos de los clientes del negocio, judíos. De modo que con la II Guerra Mundial, cuando se generó un sentimiento antialemán en EE UU, el padre de Donald Trump comenzó a decir a la gente que era sueco. Mientras tanto, la madre, a sus 80 años, organizó un viaje de vuelta a Kallstadt con varios de sus nietos, no con Donald, que heredó la mentira sobre Suecia, y hasta la incluyó en su biografía El arte del trato. Un periodista en Vanity Fair le preguntó a Donald Trump en 1990 si no era cierto que en realidad era de origen alemán, a lo que el millonario respondió que “en realidad, era muy complicado”. “Mi padre no era alemán; los padres de mi padre eran alemanes… suecos, y realmente de toda Europa…”. Años después admitiría su origen alemán, aunque nunca ha visitado aquel pueblo.

Reconciliado ya con su pasado, Trump es consciente de que no es el primer inquilino de la Casa Blanca de ascendencia alemana. La familia de Dwight Eisenhower se llamaba originalmente Eisenhauer y provenía de Karlsbrunn, cerca de la frontera germano-francesa. Y los antepasados de Herbert Hoover fueron llamados Huber y arribaron desde Baden, en el sur de Alemania. El papel de Donald Trump en la historia americana está aún por escribir. Lo que nadie podrá borrar ya es su ascendencia. Y aunque no le emocione, sin saberlo, probablemente el presidente que quiere estar cuatro años más en el poder y que sucedió al demócrata afroamericano Barack Obama, tiene más de Kallstadt en su interior de lo que cree. Y es que no deja de ser irónico que a los habitantes de este pueblecito se les conozca cariñosamente como Brulljesmacher, fanfarrón que tiene nada menos que 67 sinónimos, entre ellos: chulo, camorrista, arrogante, ufano, perdonavidas, petulante, vanidoso, jactancioso, presumido, descarado, fresco, desfachatado, desvergonzado, osado, presuntuoso, creído, pendenciero, chulo, matasiete, guapo, pendenciero, gallito, altanero, parlanchín, hablador, bocaza, bocón, charlatán…

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