Racismo y homofobia en el fútbol de España

El hincha ensancha el pecho, forma un altavoz con las manos y dirige su voz hacia el jugador: “¡Vinicius, mono!”, “¡Cristiano …!

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

EL BESTIARIO

El Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol decidió, tras reunirse el martes, sancionar al Valencia con el cierre durante cinco partidos de la grada Kempes de Mestalla, aquella desde la que se profirieron los insultos de carácter racista contra el jugador del Real Madrid Vinicius Júnior durante el partido que enfrentó a ambos equipos el domingo; también se lanzaron objetos al campo, según recoge la resolución del organismo. El castigo, al que se añaden 45.000 euros de multa, es el más duro que ha recibido un club por comportamiento racista de sus aficionados. Además, Competición dejó sin efecto la expulsión al jugador brasileño tras su trifulca con el valencianista Hugo Duro. Vinicius había visto la tarjeta roja por un manotazo a su rival cuando este trataba de alejarlo del conflicto agarrándolo por el cuello. Las alegaciones del Real Madrid apoyándose en que la expulsión fue decretada con imágenes del VAR que no recogían la secuencia entera han dado sus frutos. El hecho de que el colegiado del encuentro, Ricardo de Burgos Bengoetxea, reflejara en el anexo del acta los insultos de un aficionado que llamó “mono” a Vinicius ha sido determinante para que el órgano disciplinario de la Federación haya actuado con tanta celeridad.

La resolución recoge que “Vinicius señaló a uno o varios espectadores de la grada Mario Kempes indicando: ‘Me ha llamado mono’ y haciendo gestos con las manos emulando a un mono”. Y sigue: “Mientras ocurre dicho incidente, se corean distintos cánticos. Entre ellos, está el siguiente: ‘Madridistas, hijos de puta’. Además, un espectador gritó lo siguiente: ‘Puto negro que eres un idiota’, ‘me cago en tus muertos, hijo de puta’, ‘Vinicius, idiota’, ‘puto negro hijo de puta’, ‘Vinicius, perro (…) hijo de puta’, ‘mono, que eres un puto mono”. El escrito también recoge que después se produjo otro cántico emulando el sonido de un mono: “Uh, uh, uh”; y que tras la expulsión del madridista en el minuto 90, se profirió un cántico generalizado por toda la grada de “Mono, mono” que cambió a “Tonto, tonto”. Desde la noche del domingo, los hechos acontecidos en Mestalla, por los que fueron detenidos el martes tres jóvenes en Valencia, habían traspasado las fronteras nacionales. La comunidad internacional había puesto los ojos en el fútbol español y en sus comités disciplinarios. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, denunció y exigió fuertes sanciones durante la cumbre del G-7 en Hiroshima. “Pienso que es importante que la FIFA, la Liga española y las ligas de otros países tomen medidas serias, porque no podemos permitir que el fascismo y el racismo dominen dentro de los estadios de fútbol”, advirtió el mandatario. Una sanción leve hubiera desencadenado un aluvión de críticas y hubiera reforzado el mensaje de Vinicius en el que este aseguró que “en Brasil, España se conoce como país de racistas”. La presión sobre el Comité de Competición para que actuara de manera enérgica era máxima.

Hasta ahora, la laxitud en las sanciones de los órganos disciplinarios deportivos contra los actos racistas en el fútbol español ha sido el factor predominante. De hecho, de las nueve denuncias interpuestas hasta ahora por La Liga por insultos racistas a Vinicius, apenas dos acabaron en sanciones a dos aficionados, a quienes se apartó temporalmente de su estadio. Antes de esto, algunos de los casos que tuvieron más repercusión mediática solo fueron castigados con sanciones económicas. En 2006, durante un Zaragoza-Barcelona, el azulgrana Samuel Eto’o pretendió abandonar La Romareda por los insultos racistas y xenófobos que le proferían desde un sector de la grada. El Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol decidió sancionar al Zaragoza con 9.000 euros de multa. Por entonces, se trataba de la mayor sanción económica impuesta a un club por gritos racistas desde que solo unos meses antes se incrementara la cuantía para esta clase de incidentes. La sanción superaba los 6.000 euros que se preveían en los estatutos federativos para los comportamientos racistas o xenófobos al ser el club aragonés reincidente. Como atenuante, el órgano disciplinario federativo tuvo en cuenta que el árbitro, Esquinas Torres, detuvo el juego con el fin de acudir al delegado de campo del Zaragoza para solicitarle que comunicaran por megafonía que cesasen los gritos que imitaban el sonido de los monos cuando Eto’o se disponía a sacar un córner. Años más tarde, Esquinas Torres confesó que se arrepintió de no haber suspendido el partido, algo en lo que se ha reiterado desde que sucedió el incidente de Vinicius en Mestalla.

En 2014, el Villarreal fue sancionado con 12.000 euros por el lanzamiento de un plátano a Dani Alves por parte de un aficionado amarillo cuando el defensor azulgrana, que cogió una porción de la fruta y se la comió, se disponía a lanzar un córner. El autor, que trabajaba como delegado de uno de los equipos de las categorías inferiores del Villarreal fue despedido por el club, que le prohibió de por vida entrar en el estadio. El Comité de Competición solo sanciona cuando el árbitro recoge en el acta los comportamientos racistas, xenófobos o violentos que se hayan podido dar durante un partido, ya sean cometidos por aficionados o por jugadores. Nunca suele entrar de oficio. “No se entra de oficio por no caer en agravios comparativos. Un caso como el de Vinicius tiene una repercusión mediática y pública que no se da en partidos de categorías más bajas de los que no se entera nadie. Esto puede propiciar la pregunta de por qué se entra de oficio en un caso y en otro no”, defiende un exmiembro de Competición. Sea como fuere, Vinicius ha prendido la mecha de la lucha contra el racismo. El martes, casi al tiempo que se conocía la resolución de Competición, el jugador del Barcelona Raphinha mostró en una camiseta interior un mensaje en apoyo al jugador del Madrid: “Mientras el color de la piel sea más importante que el brillo de los ojos, habrá guerra”, llevaba escrito. Es el mismo texto que lleva tatuado su colega brasileño. “Estamos juntos, Vini”, remataba.

Crítico, incisivo y expectante. Carlo Ancelotti apeló este martes por la mañana a la acción de todas las partes implicadas para que el ataque racista que Vinicius sufrió en Mestalla no vuelva a repetirse. “Tenemos una gran oportunidad de parar esto y cambiar las cosas muy rápidamente. El presidente de la FIFA fue claro. Ojalá la federación española, La Liga y los árbitros también lo sean”, apuntó el entrenador del Real Madrid, que denunció que el protocolo para atajar este tipo de episodios se encuentra “obsoleto”. El italiano apeló a la “inteligencia” y “educación” de cada uno “para darle la vuelta a la situación”. Casi a la vez, Florentino Pérez, durante los actos de celebración de la Euroliga de baloncesto, también se refirió a este asunto. “Quiero dejar muy claro y anunciar que el Real Madrid no va tolerar más incidentes e insultos racistas contra ninguno de nuestros jugadores. Para ello, es esencial cambiar radicalmente la estructura arbitral, para que nunca se pueda hacer responsable del delito a la víctima, como está ocurriendo”, aseguró con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, enfrente. Fueron las primeras palabras públicas del presidente del club, que este lunes se reunió de urgencia con Vinicius. “Lo ocurrido es muy grave, y con el agravante de que no es la primera vez. La sociedad no se merece lo que está pasando. El deporte es un lugar de valores, encuentro y convivencia, de respeto y de solidaridad”, añadió. “El protocolo se tenía que haber aplicado al llegar el autobús al estadio, dos horas antes [en referencia a los insultos de “mono” que captaron las cámaras]”, continuó Ancelotti en una comparecencia más larga de lo normal (por encima de los 20 minutos) y monográfica sobre este asunto. “No eran casos aislados. No fueron 46.000 personas [como denunció en la rueda de prensa posterior al partido] y pido disculpas. Pero no fueron una o dos personas”, recalcó el técnico. “España no es racista, pero hay racismo en el fútbol, sobre todo en los estadios, donde todo está permitido. Esto se tiene que acabar. Condenar no es suficiente. Hace mucho tiempo que condenamos este tipo de actos”, insistió el de Reggiolo.

Como denunció Xavi Hernández este lunes, Ancelotti aseguró que el problema general es de educación y permisividad en el fútbol. “¿Por qué el insulto se ha convertido en normal? Después del encuentro me dijeron que oí mal, que a Vini no le gritaron ‘mono’, sino ‘tonto’. ¿Por qué nos tenemos que acostumbrar al insulto? Detrás de los banquillos te dicen de todo: ‘hijo de puta’, ‘maricón’, ‘que se muera tu madre’…”. A su juicio, Inglaterra es el modelo a seguir. “Allí no te insultan. Este problema lo resolvieron hace tiempo con medidas drásticas, cuando en los ochenta fueron expulsados de las competiciones europeas cinco años [tras la tragedia de Heysel]”, comentó. “En los partidos de la Premier no hay policía. Aquí parece que vas a la guerra”, lanzó Carletto. El discurso del técnico blanco fue muy claro, meditado y con el estómago en la mano. Sin embargo, cuando en sala de prensa le preguntaron si, pasadas 48 horas del incidente, piensa que tal vez debió haber retirado al equipo de Mestalla, mostró alguna duda. “Lo he pensado”, admitió. “Hablé con él y le pregunté si quería continuar. El árbitro también le pidió seguir. No es mi responsabilidad y ojalá no tenga que llegar a esta situación. Las instituciones tienen la oportunidad porque el tema está muy caliente”, indicó. Vinicius se ausentó este martes del último entrenamiento colectivo previo al choque del miércoles contra el Rayo Vallecano en el Bernabéu (19.30). Se quedó en el gimnasio. El preparador adujo una pequeña molestia en una rodilla, aunque no ocultó la tristeza del jugador y también la situación de espera por la sanción que le caerá al haber sido expulsado por roja directa en Valencia. Si le caen dos partidos, tendrá toda la semana libre (no estará tampoco el sábado en el Pizjuán) y, si solo es uno, acudirá con su equipo a Sevilla, anunció Carletto. “Vini es una víctima de lo que ocurre que, a veces, pasa por culpable. Y víctimas son también los aficionados que se comportan de manera impecable”, añadió Ancelotti, que no ve al jugador brasileño fuera del Madrid, como ha deslizado el extremo en las últimas horas en sus publicaciones en las redes sociales. “Ama el fútbol y, sobre todo, el Real Madrid. Él no ha perdido la ilusión. No creo que se quiera ir”, zanjó.

Es una imagen conocida por cualquiera que frecuente un estadio, tanto que muchos han dejado de verla. Ha fallado un penalti, o quizá se trata de que lo falle. O no ha llegado a un pase. O ha zancadilleado a un contrario, o ha sido zancadilleado y se le quiere acusar de teatralidad. O quizá nada de eso. Tanto da. En el fútbol, el insulto homófobo sirve para todas las circunstancias. Durante un minuto de silencio, mientras rueda la pelota o en el descanso. En el Bernabéu, en el Camp Nou, en la Rosaleda o en Mestalla. No hay normas. Ocurre con impunidad, se repite incesantemente y se corea con la pasión de los himnos. En España, con frecuencia, lo hacen gradas enteras. “Cristiano, maricón”, “Negredo, m…”, “Guti, …”, “Guardiola, …”. La periodista española Bárbara Ayuso escribió al respecto un interesante artículo, en la revista Jot Cultural Magazine, editado en Madrid. Su título: ‘En el armario del fútbol español’. “Pitó el árbitro y los jugadores del Barcelona explotaron de alegría, gesto natural del campeón, sobre el césped de Los Cármenes. Se arremolinaron los futbolistas alrededor de Iniesta, el capitán, hasta que el desastre organizativo impidió seguir festejando y el equipo se refugió en el interior del vestuario. ‘Lo primero que he pensado era que estaba solo, rodeado de seguidores del Granada y que tenía que salir de allí’, confesó Ter Stegen un buen rato después. La alegría por el título disimuló el enfado de los barcelonistas por lo acontecido al final del partido, hasta el punto de que las entrevistas a pie de campo se tuvieron que celebrar dentro del túnel de vestuarios. Allí atendió a las televisiones Andrés Iniesta, que resopló antes de confesar sus primeras emociones: ‘Este título sabe a mucho a trabajo, al esfuerzo de todo el año. Sabe a gloria porque sufrimos hasta el final’, dijo Iniesta. Y añadió: ‘Llevamos seis ligas de ocho, y eso habla de un ciclo que tenemos que seguir manteniendo lo máximo posible. Al final, la Liga siempre la gana el mejor. Y hemos sido nosotros’, zanjó. ‘Si ganas la Liga, la temporada nunca es mala. Luego tienes premios extra, como la Champions para sacar nota de excelente. Ahora, vamos a por el segundo título’, apostilló. Luego, felicitó a sus compañeros, al cuerpo técnico y a los aficionados del Barcelona, a los que invitó a celebrar el título por las calles de Barcelona este domingo por la tarde, en la rúa que han organizado el club y el Ayuntamiento…”.

“Lo pienso dar todo, hay tiempo para recuperarse antes de la final de Copa”, avisó Piqué al respecto. El central apareció durante la celebración posterior con su hijo Milan en brazos; eso fue cuando los empleados de seguridad del Granada lograron abrir un espacio mínimamente digno para que los futbolistas volvieran al campo y pudieran hacerse una foto de recuerdo. “Estoy muy feliz por seguir con la dinámica ganadora. Es una generación única de futbolistas con mucho talento. Ganar seis de ocho títulos no se había hecho nunca y esta vez la hemos tenido que ganar dos veces, porque cuando estábamos a ocho puntos de distancia parecía que ya estaba ganada, pero tuvimos un bache y pareció que la perdíamos. Hace 20 años este club no lo hubiera conseguido, nos hubiéramos hundido en el pesimismo, pero en este club eso lo hemos cambiado”, añadió Piqué. Luis Suárez, que se fue con el balón bajo el brazo después de firmar tres goles para cerrar la Liga como la empezó en San Mamés, marcando, dijo que si había llegado a los 40 goles era en gran parte por la ayuda de sus compañeros: “Se ponen a tocar el balón y a mí solo me queda empujarla”. La Liga se ha gestado “en el esfuerzo del colectivo, de todos. Si no fuera por esa unión, no tendríamos nada que celebrar”, concluyó. Si no fuera por sus goles, tampoco. Mientras los festejos no cesaban en el seno del club y la afición azulgrana tras el nuevo triunfo en el seno de la Liga Española, Jot Cultural Magazine, anunciaba la primicia que la Liga de Fútbol Profesional de España ha remitido un informe a la Comisión Antiviolencia detallando los hechos e instándole a fijar sanciones, por los insultos a Cristiano Ronaldo, en el Nou Camp. Hasta el momento, ningún futbolista español ha declarado ser gay. Pese a que sí lo han hecho otros -Thomas Hitzlsperger en Alemania, Justin Fashanu y Anton Hysen en el Reino Unido o Robbie Rogers en Estados Unidos-, en España sigue imperando la tesis de que en el deporte rey no hay varones homosexuales. Tampoco existe un debate público sobre las causas de esta singularidad, ni si tiene que ver con la frecuencia y la impunidad con la que tienen lugar los gritos homófobos. A lo sumo, en algunos medios se deslizan rumores intentando sacar a empujones del armario a determinados jugadores, muchas veces porque visten de una determinada forma o frecuentan según qué ambientes. Y se acepta que eso no es, de hecho, un ejercicio de homofobia.

Con objeto de profundizar en las causas que perpetúan esta invisibilidad Bárbara Ayuso ha consultado con profesionales de todos los ámbitos y les ha pedido una reflexión desde su experiencia en los banquillos, los vestuarios y los medios de comunicación. “Algunos de los consultados enmudecían, nos colgaban el teléfono o se negaban a ‘ver su nombre asociado a ese asunto’. Sus nombres no constarán. Cedemos el espacio a quienes han querido hablar de lo que casi nadie habla, al menos en público. Un tabú, recordemos, que sufren los afectados. Porque los hay”. “En todos mis años de experiencia no me he encontrado ningún caso de homosexualidad. Extraño, pero es así”, afirma Jorge Valdano, exfutbolista y exentrenador. “Tanto, que me sorprende no haber sido consciente hasta que me habéis preguntado de por qué no existe ningún jugador español que haya salido del armario. Es realmente llamativo”. A Pep Guardiola, actual entrenador del Bayern de Múnich, también se lo parece: “Es curioso ya que en España, un país en el que la homosexualidad se vive ya con normalidad en todos los ámbitos, ningún jugador haya dado el paso”. Y más con las cifras en la mano. La mayoría de estudios coinciden en señalar que la población homosexual representa entre un 5 % y un 7 % del total, aunque esos números no parecen trasladarse al mundo del fútbol profesional. “Son cuarenta y dos equipos con veinte jugadores. Es decir, ochocientos y pico en total. Pongamos que cada cinco años renuevan plantilla, así que estamos hablando de cerca de quince mil jugadores y exjugadores desde que comenzó a jugarse la Liga. ¿Y ninguno es gay?”, cuestiona Rubén López, experto en el área deportiva de la LGTB. En 2014, Hitzlsperger se convirtió en el futbolista de mayor rango que revelaba su homosexualidad, y lo hizo con la intención de que “avanzáramos en el mundo del deporte, no se toma en serio en muchos países y es preocupante”. Los dos años transcurridos desde entonces y la escasa movilización que provocó el asunto en España invita a que nos demos por aludidos. A partir de esta revelación, el periodista Michael Robinson trató de encontrar testimonios de futbolistas españoles que pública o anónimamente hablaran del particular. “En ese Informe Robinson no hubo manera de conseguir una declaración de nadie de dentro que ayudase, y rastreamos mucho”, explica. “Cuando yo era jugador, en los años setenta-ochenta, el fútbol era un nido de machismo. El tema de la homosexualidad no se hablaba, ni se planteaba; era algo impensable. No se tenía la información ni la conciencia que hay ahora. Por eso me parece acojonante que siga ocurriendo hoy en un país tan tolerante como España. Me hace pensar que las leyes van muy por delante de la sociedad”, apunta.

Sin embargo, para el exjugador Rafael Martín Vázquez, la falta de visibilidad gay en el fútbol responde a otras causas: “Si ninguno sale del armario será que no hay gais en el fútbol. Y si los hay, como también hay libertad, me parece muy respetable si no quieren hacerlo público”, valora. En este punto, la pregunta es ineludible: ¿Es el fútbol español especialmente homófobo? Isaac Lluch, periodista asentado en Alemania, lleva años estudiando el tratamiento que ambas ligas dispensan al asunto y concluye: “La homofobia en el fútbol existe como existe en el resto de la sociedad, es un reflejo de esta”. Paco Ramírez, del Observatorio Español contra la LGTBfobia, precisa: “En el fútbol, la homofobia se considera una intolerancia de segunda categoría, como demuestra el hecho de que ni siquiera se quiera hablar de ello. Solo hay que compararlo con el racismo: se siguen produciendo incidentes racistas, pero se habla abiertamente para condenarlo. Con la homofobia, no”. Algo que, en su opinión, se evidencia de una forma concreta: “Hoy en día las principales muestras de intolerancia en el deporte son los insultos homófobos que se ven domingo sí y domingo también en los campos”. Como Ramírez, son muchos los que señalan como culpables a los clubes y las instituciones futbolísticas, a los que acusan de amparar la homofobia. En ocasiones, incluso se habla de presiones directas para que el futbolista lo mantenga en secreto. Otros, sin embargo, responsabilizan a determinadas hinchadas; generan un ambiente opresivo e intolerante en el que salir del armario, sencillamente, no es una opción. Por último, están quienes sostienen que la invisibilidad de los homosexuales en el fútbol incumbe también a determinados medios de comunicación. Medios que convierten en deporte, esto es, espectáculo, la vida privada de los futbolistas.

“¡Sal del armario, Cristiano, sal del armario!”, coreó la hinchada del Málaga durante su encuentro con el Real Madrid un 22 de febrero, dirigiéndose al delantero. Una situación que volvió a repetirse unas semanas después, durante el derbi disputado en el Camp Nou. “¡Cristiano, maricón!” fue el grito que prorrumpió en el minuto de silencio dedicado al fallecido Johan Cruyff. “Le ocurrió a Butragueño, a Míchel, a Negredo, a Guardiola, a Guti y ahora a Cristiano. Cada cierto tiempo le toca a uno, se le llama maricón ante cuarenta mil personas”, recuerda Rubén López. “A lo que más se teme es a la hinchada, no está educada para aceptar a un gay en el terreno de juego”. Todos coinciden en subrayar el gran peso de ciertos comportamientos. «El estadio se convierte en un circo romano en el que todo lo que nadie diría en su entorno tiene cabida», valora Robinson. “El hecho de que sean mediáticos se interpreta como que todo vale. Pagas una entrada y tienes derecho a desahogarte, a decir lo que te venga en gana”, apostilla. “Es probable que influya mucho la actitud de determinados aficionados en el campo, la tendencia a buscar debilidades con el fin de hacer daño, de desestabilizar”, concuerda Guardiola. “En parte es responsable la impunidad de la grada, esa actitud de pandilla, de masa, que diluye responsabilidades”, remarca Valdano. Al margen de la influencia psicológica que pueda tener en el jugador la presión ejercida por la hinchada, los cantos homófobos en el terreno de juego abren un frente distinto. Las asociaciones y colectivos implicados en la lucha contra esta discriminación certifican que, mientras no se penalicen, esas actitudes seguirán constituyendo un ejemplo muy poco edificante, y será imposible que un jugador gay quiera significarse públicamente: “Cuando hay insultos racistas en los estadios, la Comisión Antiviolencia actúa inmediatamente. Se sanciona a los infractores y se condena públicamente. No ocurre así con la homofobia, y todos esos insultos quedan impunes”, denuncian desde la Asociación LGTB. “Se actúa con una rapidez inusitada en los casos de racismo y xenofobia, pero se continúa ignorando que la mayor intolerancia en el fútbol es la homofobia”, apoya Paco Ramírez.

El marco legal es claro. Según el artículo 2.1 c) y 2.2 d) de la Ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, hechos como los acontecidos en La Rosaleda o en el Camp Nou son sancionables. El organismo encargado de recoger las denuncias y disponer las sanciones oportunas es la Comisión Antiviolencia, dependiente del Consejo Superior de Deportes. A pesar de la articulación legal, jugadores y árbitros son reiteradamente objeto de insulto con apelativos de tinte homófobo cada fin de semana, y hasta hoy no existe sanción ejemplarizante. El primer problema al que se enfrenta la Comisión a la hora de sancionar es la propia naturaleza de estos insultos. Se precisan informes adicionales (que elaboran los responsables de la Liga, los propios clubes y las fuerzas de seguridad presentes en los encuentros) para determinar quiénes son los responsables, ya que las grabaciones efectuadas en los partidos no siempre lo reflejan con nitidez. “En 2014, la LFP informó al Comité de cánticos de ‘Negredo, maricón’ en un encuentro entre el Valencia y el Granada. Se archivó, según sabemos”, recuerda Rubén López. Para subsanar esta falta, en 2015 se constituyó el citado Observatorio contra los Delitos por Orientación en Identidad Sexual, apoyado económicamente por los Ministerios de Sanidad e Interior y rebautizado como Observatorio Español contra la LGTBfobia. Uno de sus objetivos es no solo permanecer vigilantes ante los insultos en los estadios, sino forzar la modificación de la legislación vigente para que refleje específicamente la homofobia en la lista de discriminaciones y se diseñe un protocolo contra ella. “Nos hemos reunido con la Liga, con el Consejo Superior de Deportes y con representantes de Ética y Juego Limpio. Pero no se ha modificado nada. No hay ningún compromiso real ni cierto, de hecho hubo un representante que nos llegó a decir que ni siquiera existía homofobia”, explican.

Resulta relevante el caso vivido por el árbitro Jesús Tomillero, primer colegiado en salir del armario. Tras sufrir insultos homófobos por parte del utillero -le llamó ‘maricón’ y ‘comepollas’- en un partido de la Liga Andaluza Sénior, ha acabado sufriendo el escarnio de la Real Federación Andaluza, que le amenazó con sancionarle si seguía difundiendo su caso en medios de comunicación y redes sociales. “Tarde o temprano van a tomar represalias conmigo y no creo que llegue más lejos en el fútbol”, nos explica. “En España el tema de la homosexualidad está censurado, me estoy planteando irme a Gibraltar. Entiendo que los futbolistas viven una situación similar, tienen miedo a decir que son gais porque conseguirían que no jugasen más”, valora. No obstante, podría ser que los insultos homófobos a Cristiano Ronaldo supongan un punto de inflexión. En esta ocasión la Liga de Fútbol Profesional sí que ha remitido un informe a la Comisión Antiviolencia detallando los hechos e instándole a fijar sanciones. El Observatorio contra la LGTBfobia asegura que, de no ser así, llegarán al fondo del asunto transmitiendo la denuncia directamente a la Fiscalía, por dejación de responsabilidad de los organismos correspondientes. “¿Si hay maricones en el vestuario? Yo espero que no”, dijo Antonio Cassano, delantero del Milan, al inicio de la Eurocopa en 2012. Aunque no ha sido la única manifestación en este sentido, se convirtió en el ejemplo más flagrante del rechazo del vestuario a una orientación sexual concreta. La UEFA, por cierto, le multó por estos comentarios. Pero entre la mayoría de los consultados en el fútbol español cunde la sensación de que la homofobia campa a sus anchas en la hinchada, pero no en el vestuario ni en el club, y tildan las opiniones de Cassano de caso aislado. Esteban Granero (Real Sociedad), Álvaro Arbeloa (Real Madrid) y Juan Mata (Manchester United) nos dicen que no han conocido ningún caso de homosexualidad entre sus compañeros, pero aseguran que si alguno se significara no supondría ningún problema dentro del vestuario. Se respetaría y se aceptaría”.

“En el momento en que un futbolista homosexual dé el paso, el primero es el complicado, los demás se darán cuenta de que no ocurre nada. Porque estoy seguro de que en el vestuario se aceptaría, no habría ningún problema”, afirma Gerard Piqué, jugador del Barça. “Es posible que el fútbol necesite un poco más de tiempo para normalizarse en este aspecto. Ocurrirá de forma natural, es algo que en nuestra sociedad ya no llama la atención”. Concuerda con él Pep Guardiola: “Estoy convencido de que si alguien declarara abiertamente su homosexualidad se aceptaría perfectamente en el vestuario y en el club. Al menos por mi experiencia sé que no tratarían de taparlo si se diera el caso. Se exige que el jugador sea buen compañero y buen profesional, independientemente de su orientación sexual, nacionalidad, religión o raza”, opina el entrenador del Bayern. “El vestuario no es homófobo, simplemente no es este un tema de conversación habitual”, remarca Valdano. El contrapunto lo da Javier Irureta, actual director deportivo del Athletic Club: “El fútbol siempre ha sido un deporte muy de hombres, muy de machos. Creo que si un futbolista decidiera dar el paso de reconocer su homosexualidad el encaje natural en el vestuario sería difícil. No estaría bien visto”, afirma. La experiencia de Miguel Ángel López, quien fuera director y fundador de la revista Zero, es bien distinta a la de la mayoría de entrevistados. Se atreve a hablar de la responsabilidad y presión de los clubes cuando uno de los suyos ha amagado con salir del armario. En 2008 se filtró que la cabecera preparaba un reportaje sobre varios futbolistas dispuestos a revelar su homosexualidad en portada, lo que generó una inusitada expectación que se prolongó durante varios meses. Según cuenta, hasta el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, llegó a preguntarle quiénes eran dichos jugadores. Obviamente, no lo reveló. “Eran seis futbolistas del Real Madrid, el Barça, la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao. Se trabajó con ellos durante meses y acabaron echándose atrás por presiones directas de algunos clubes. Algo comprensible: los futbolistas estaban absolutamente decididos, pero el club es el que manda, el que te deja en el banquillo o no te renueva”, afirma.

Unas presiones que también llegaron hasta la redacción de la revista Zero: “El entonces jefe de prensa del Real Madrid llegó a enviarnos un documento en el que se afirmaba: “No hay jugadores homosexuales en el equipo, y si los hubiera…”, explica. Del resto de los clubes no hubo una presión tan directa, pero también le trasladaron que no veían con buenos ojos que sus jugadores dijeran públicamente que eran homosexuales. El que fuera fundador de Zero considera que dentro de los clubes prevalece el ‘don’t ask, don’t tell’, y califica al mundo del fútbol como “un sector muy conservador que está instalado en la tónica de la negación y la amenaza, similar al ambiente que se vive en la Iglesia; todos saben quiénes son homosexuales, pero se actúa como si no existieran. Tienen mucho miedo a que se normalice la situación, hay muchos intereses económicos creados. Por eso se fomenta la invisibilidad”, apunta. Históricamente, los clubes de fútbol se han esforzado en activar cambios sociales, prestando su imagen para campañas contra el racismo, el trabajo infantil, la violencia de género e incluso la piratería. Los futbolistas, habitualmente, prestan su imagen para causas de toda índole, tratando que su poder mediático multiplique el debate social y el impacto de la iniciativa. Pero contra la homofobia no es así. A título privado algunos clubes han llevado a cabo pequeños proyectos, pero no existe en el fútbol español un movimiento que vertebre la lucha contra esta discriminación, que haga ondear la bandera multicolor. “A todos se les llena la boca de palabras de tolerancia y normalidad, pero hay muchos frentes abiertos como para generar que haya una cierta normalidad en este sentido”, resalta Isaac Lluch. Las asociaciones LGTB estiman que este es otro de los grandes escollos que dificulta que los jugadores gais se sientan respaldados. En concreto, señalan a los grandes equipos: “El Barça firmó un manifiesto contra la homofobia el pasado año, pero no se traduce en nada. Continúan manteniendo un silencio inaceptable e inexplicable en todo lo que tiene que ver con insultos homófobos”, dice Paco Ramírez. “Los presidentes de los clubes permiten cosas en sus campos que jamás admitirían en sus otras empresas”, afirma Michael Robinson.

Según explican, los equipos líderes rehúsan continuamente no solo promover iniciativas en contra de la homofobia, sino también adherirse o comprometerse con las que surgen desde otros sectores. Denuncian que el año pasado ninguno de los equipos grandes accedieron a participar en la campaña de #LaLigaArcoiris, consistente en que los jugadores usaran cordones multicolor en las zapatillas, en apoyo a la tolerancia sexual. Algo que sí hicieron desde clubes más pequeños, como el Rayo Vallecano, el Leganés, el Racing de Santander, el Guadalajara o el Conquense; clubes que no es la primera vez que se implican en proyectos de esta clase. Esta falta de compromiso público de los equipos importantes sitúa a España varios pasos por detrás de otros países como Alemania o el Reino Unido. “Para empezar, aquí la cultura del fan está más controlada y concienciada”, apunta Lluch desde Berlín. “Habitualmente se ven pancartas contra la homofobia, banderas multicolor en las gradas. Los clubes firmaron la Declaración de Berlín para combatirla. Y, a pesar de eso, se ha acusado a la federación alemana de fútbol de ser tibia; imagina lo que puede decirse de la Liga de fútbol española y de los clubes”, apunta. “El problema es que no hay un modelo ni un protocolo de LGTBfobia en el deporte”, aduce Rubén López. En Francia existe desde 2009 y en el Reino Unido ha llegado a presentarla el propio David Cameron. El año pasado, la Asociación Inglesa de Futbolistas reconoció que estaban tratando ocho casos de jugadores homosexuales a los que se asesoraba. En la Bundesliga, tras el testimonio de Hitzlsperger, la canciller Angela Merkel animó a salir del armario a los jugadores, y su federación envió un memorándum a los clubes titulado ‘Cómo hacer frente a la salida del armario en el fútbol’ para encaminar los esfuerzos en la misma dirección. Algo que en el ámbito español no existe. En 2014 el grupo de Izquierda Plural llevó al Congreso de los Diputados una proposición no de ley para instar al Gobierno a elaborar un documento similar al de la Bundesliga y hacer frente a la invisibilidad de los deportistas gais. La propuesta fue rechazada con los votos del Partido Popular.

Las novias de los jugadores son noticia. Sus cambios de imagen también. Las noches de fiesta se reseñan hasta el desuello, y sus movimientos en las redes sociales generan más titulares que su actuación en el terreno de juego. Sus crisis de pareja, sus vacaciones o cualquier otro detalle extradeportivo abarrotan horas de televisión y hacen correr ríos de tinta, difuminando la línea entre vida privada y pública. Todos coinciden en señalar a ciertos medios de comunicación como otro de los focos de presión sobre el jugador. Michael Robinson hace examen de conciencia sobre este particular: “Hablar de la vida privada de los futbolistas es también deporte para determinados medios, lo que más vende es la intimidad del futbolista. Hay insinuaciones o insultos directos. Lo importante es vender y lo que vende son los rumores. Rumores que abren programas deportivos. Esto es una presión añadida al tipo que se plantea salir del armario. Piqué, por ejemplo, ocupa ahora más programas o páginas de periódico por el Periscope que por su juego”. Guardiola también es crítico con el papel desempeñado por los medios: “Del mismo modo que pesa la actitud de determinados aficionados, pesa la presión mediática, especialmente cuando se trata de un asunto extradeportivo”, añade. El rumor es constante, alimentado por los detalles más peregrinos. Una fotografía de dos delanteros en actitud cariñosa, una ruptura sentimental no aclarada, un gesto imperceptible en el campo. Todo es válido para especular. “Cuando surge este debate, ni sale el club a denunciarlo ni tampoco hay un debate serio en los medios de comunicación españoles. Se tiende a la frivolidad”, admite Lluch. “Lo único importante es descubrir quiénes son los jugadores homosexuales, cuántos son, revelar sus nombres. Se desvía el foco de lo importante. Esto no promueve tolerancia, ni el respeto a la intimidad y la dignidad para las personas que pueden encontrarse en una situación así”, valora.

El periodista Diego Torres apunta cómo, por la combinación de todos estos factores, el ocultamiento de la homosexualidad del jugador se ha convertido en algo inherente a la profesión: “Los futbolistas de élite están en un nivel estratosférico, en una burbuja aislada del resto. Desde pequeños están mentalizados, viven en ese ambiente de masculinidad, de machos. Si se retiran y han triunfado, tienen una fortuna y pueden vivir una segunda vida, son aún jóvenes”, explica. “Ocultar la condición sexual podría ser un sacrificio más de los que exige el deporte a este nivel”, aventura. El 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. En esta fecha (1990) la OMS retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. El Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol se estableció el 19 de febrero, fecha de nacimiento de Justin Fashanu. Fue el primer futbolista profesional en salir del armario. Ocho años después de dar el paso se ahorcó. Nació en 1961 y falleció en 1998. Este inglés jugó para una serie de clubes entre 1978 y 1997. Su transferencia al Nottingham Forest lo convirtió en el primer jugador negro de un millón de libras. En 1990 Fashanu fue tratado con hostilidad tras convertirse en el primer futbolista de cierta fama que se identificó públicamente como homosexual. En 1998 fue interrogado por la policía de EE UU cuando un joven de 17 años lo acusó de agresión sexual. La policía abandonó el caso por falta de pruebas, pero Fashanu se suicidó en mayo de ese año, protestando porque “ya había sido considerado culpable”. Fashanu era hijo de un abogado nigeriano instalado en Inglaterra. Tras la separación de sus padres, él y su hermano John fueron enviados a un hogar Barnardo’s. Cuando Justin tenía seis años, ambos fueron adoptados por Alf y Betty Jackson, y educados en Shropham cerca de Attleborough, Norfolk. Fue un buen boxeador en su juventud y se rumoreó que durante un tiempo quería seguir la profesión de boxeador en vez de la de futbolista.

Justin Fashanu comenzó su carrera como aprendiz en el Norwich City, convirtiéndose en profesional hacia finales de diciembre de 1978. Debutó en la liga el 13 de enero de 1979 contra West Bromwich Albion, asentándose en el Norwich, marcando goles regularmente, e incluso a veces de forma espectacular. En 1980 ganó en el premio Goal of the Season (‘Gol de la temporada’) de la BBC por un gol muy espectacular contra el Liverpool. Seguidamente se convirtió en el primer jugador de fútbol negro por el que se pagó un millón de libras al ser transferido al Nottingham Forest de Brian Clough en agosto de 1981 como sustituto de Trevor Francis. Su carrera se atascó según iban empeorando sus relaciones con Brian Clough; parece que Clough estaba disgustado por los rumores que decían que Justin Fashanu visitaba discotecas y bares gays. Sus goles y su confianza desaparecieron al no poder adaptarse al estilo de juego y de forma de vida que pedía Clough, especialmente después de que Clough descubriera su homosexualidad y le prohibiera incluso entrenar con el equipo. En su autobiografía Clough cuenta una discusión que tuvo con Fashanu tras oír rumores de que iba a bares gays. “¿A dónde vas si quieres una rebanada de pan?” le pregunté. “Al panadero, supongo”. “¿A dónde vas si quieres una pata de cordero?” “Al carnicero” “Entonces porque sigues yendo a ese maldito club de maricones”. En agosto de 1982 fue prestado al Southampton (marcando 3 goles en 9 partidos) y en diciembre de ese año fue vendido a los rivales locales Notts County por sólo 150.000 libras. Marcó 20 goles en 64 juegos antes de irse al Brighton & Hove Albion en junio de 1985 por £115,000, donde una lesión en la rodilla parecía haber acabado con su carrera. Fue a los Estados Unidos a operarse y comenzó a jugar de nuevo, inicialmente con Los Angeles Heat y luego con los Edmonton Brickmen y los Hamilton Steelers de Canadá

Volvió al Reino Unido y trató de revivir su carrera futbolística, uniéndose al Manchester City el 23 de octubre de 1989, jugando dos veces en primera división. Pero el 20 de noviembre, sólo un mes después de unirse al club, se trasladó al West Ham United, intentándolo luego con el Ipswich Town. En marzo de 1990 se unió al Leyton Orient y más tarde al Southall, que no jugaba en la liga, como jugador-entrenador, antes de pasar el verano con los Toronto Blizzard. Tras dejar al Toronto, volvió a Inglaterra para firmar con el semiprofesional Leatherhead. En 1990 se declaró públicamente como homosexual en una entrevista exclusiva con The Sun, convirtiéndose en el único jugador de cierta importancia en hacerlo hasta ese momento. El titular decía el 22 de octubre de 1990: “£1m Football Star: I am gay” (“Estrella futbolística de 1 millón de libras: Soy gay”). Afirmó haber tenido una aventura con un miembro del parlamento conservador casado que conoció en un bar gay de Londres y “acabamos en la cama juntos en su piso de Londres”. Muchos de sus anteriores colegas hicieron declaraciones airadas en contra de Fashanu, afirmando que los homosexuales no tenían sitio en los deportes de equipo. Aunque afirmaba que, en general, era aceptado por sus compañeros de equipo, admitía que a menudo hacían chistes maliciosos sobre su orientación sexual y también se convirtió en blanco favorito de los insultos del público. nJustin Fashanu fue entrevistado en 1991 para el número de julio de Gay Times, apareciendo su foto en la portada. En la revista se resumía la situación como: “The Sun sacó un cuento con historias fascinantes de encuentros sexuales con miembros del parlamento anónimos, jugadores de fútbol y estrellas del pop, que, según afirma Fashanu eran en su mayor parte falsas. Sin embargo, ha conseguido gracias a las declaraciones una considerable suma de dinero, pero afirma que le ofrecieron sumas incluso mayores por otros que querían que no saliese del armario. Admite que no estaba completamente preparado para la violenta reacción que siguió, y su carrera en el fútbol […] ha sufrido un ‘gran daño’. Aunque está completamente en forma, ningún club le ha ofrecido un contrato a tiempo completo desde que la historia apareció por primera vez”. El interés de la prensa amarilla en Fashanu aumentó cuando comenzó a salir con la actriz Julie Goodyear, que había actuado en el serial Coronation Street y que recientemente había vendido historias a la prensa sobre su pasado lésbico. La relación duró poco.

Comenzó una prueba con el Newcastle United el 24 de octubre de 1991, pero nunca jugó en el primer equipo y el entrenador Osvaldo Ardiles se negó a darle un contrato permanente. Firmó por el Torquay United el 23 de noviembre de 1991, aparentemente uno de los pocos equipos dispuestos a darle una oportunidad. Mientras estuvo en Plainmoor, continuó apareciendo en la prensa del corazón, sobre todo por su relación con la actriz Julie Goodyear, pero a pesar de todo consiguió impresionar en el campo de juego, estando en 21 partidos de la liga en esa temporada y marcando 10 goles. Pero no fue suficiente para salvar al Torquay de bajar a tercera división. Tras ser nombrado Ivan Golac entrenador del Torquay en febrero de 1992, Fashanu consiguió el puesto de ayudante y mantuvo el puesto a finales de la temporada cuando Golac fue sustituido por Paul Compton. En abril de 1992 fue multado con 263 libras y una retirada del carné de conducir de 28 días por exceso de velocidad y no presentar el carné. En febrero de 1993, con el Torquay luchando contra el descenso de la tercera división a la GM Vauxhall Conference, Fashanu se ofreció como entrenador para el puesto que había dejado vacante la partida de Compton, pero fue rechazado a favor de Neil Warnock. Poco después Fashanu abandonó el equipo para jugar en el Airdrieonians, pero no pudo evitar el descenso de la primera división escocesa. Fashanu había marcado 15 goles en 41 partidos, una buena media si se tiene en cuanta que estuvo las dos temporadas con equipos que luchaban por evitar el descenso. Abandonó Airdrie en 1993, jugando en Suecia con el Trelleborg, antes de volver a Escocia con el Heart of Midlothian en julio de 1993. Su contrato fue rescindido en 1994 por “comportamiento poco profesional” (intentó vender una serie de historias sobre sí mismo y varios ministros a la prensa) y volvió a los Estados Unidos a entrenar un equipo juvenil en Georgia. Más tarde se trasladó a Australia para jugar con el Adelaide City y más tarde a Nueva Zelanda para jugar con el Miramar Rangers en 1997, antes de unirse a los Atlanta Ruckus en primavera de ese año. En Atlanta fue suspendido por incumplir el contrato. Se desplazó a Ellicott City (Maryland) para entrenar el Maryland Mania, un nuevo equipo profesional de la segunda división de la USL A-League, para seguidamente anunciar oficialmente su retirada del fútbol profesional.

El 25 de marzo de 1998, un joven de 17 años declaró a la policía que había sido atacado sexualmente por Fashanu tras una noche de bebida. Fashanu fue interrogado por la policía el 3 de abril, pero no fue detenido. La prensa informó ampliamente de que la policía llegó más tarde con una orden de detención por agresión sexual en segundo grado, agresión en primer y segundo grado. Sin embargo, Fashanu ya había vuelto a Inglaterra. En la mañana del 3 de mayo de 1998, fue encontrado ahorcado en un garaje abandonado en Shoreditch, Londres, que había asaltado tras visitar la sauna gay Chariots Roman Spa. En su nota de suicidio afirmaba: “Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia […] espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz”. Una investigación realizada en Londres el 9 de septiembre del mismo año mostró que no existía ninguna orden de detención para Fashanu y que la policía de EE UU había abandonado el caso por falta de pruebas. La investigación concluyó que había cometido suicidio. Una encuesta de YouGov desveló que un 90 % de los aficionados ingleses aceptarían sin problemas que los futbolistas gais hicieran pública su condición sexual. No existe sondeo equivalente sobre España, pero la sensación tras los testimonios recabados es prácticamente idéntica: nadie pone impedimentos, nadie manifiesta ningún problema, apelan a un clima de aceptación, respeto y tolerancia. Y el hincha con mejor garganta volverá al estadio… Un nuevo cafre, no dudará en volver a romper un minuto de silencio dedicado a Johan Cruiff, ex jugador y ex entrenador del Fútbol Club Barcelona… Sabe que tiene a su favor la impunidad ante sus miserias humanas de canalla.

La Policía Nacional de España ha detenido a cuatro personas que presuntamente colgaron un maniquí con la camiseta de Vinicius en un puente cercano a la ciudad deportiva de Valdebebas. Los hechos sucedieron en la previa del partido de Copa entre el Real Madrid y el Atlético disputado a finales de enero y fueron denunciados por La Liga. La policía había abierto una investigación para tratar de descubrir a los autores, que pueden ser acusados de un delito de odio. La detención se produjo sobre las siete de la mañana. Según fuentes policiales, tres de los detenidos son miembros del Frente Atlético y uno, simpatizante. Los arrestados, todos españoles, tienen 19, 21, 23 y 24 años. Según ha informado la policía, los agentes de la Brigada Provincial de Información de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, que cuenta con un grupo específicamente dedicado a grupos ultra en el fútbol, lograron la identificación de los supuestos autores “a través de vestigios, testigos o de consultas en fuentes abiertas”. Tres de los autores, que son miembros probados del Frente Atlético, “habían sido identificados durante partidos calificados como de alto riesgo dentro de los dispositivos de prevención de violencia en el deporte”. Uno de ellos tiene antecedentes por un delito de lesiones, según fuentes policiales. La operación de detención ha estado coordinada por el Juzgado de Instrucción número 38 de Madrid y la Sección de Ciberodio de la Fiscalía Provincial. El maniquí con el dorsal 20 del jugador brasileño estaba acompañado de una pancarta: “Madrid odia al Real”. Ante estos hechos, el Atlético emitió un escrito en el que tachaba de “repugnantes e inadmisibles” los hechos sucedidos y aseguraba que “avergüenzan a la sociedad”. “Nuestra condena a cualquier acto que ataque la dignidad de personas o instituciones es rotunda y sin paliativos”, proseguía la nota. A diferencia de la tardanza en condenar los cánticos racistas contra el jugador brasileño que se dieron en los aledaños del Metropolitano en el último derbi liguero el pasado mes de septiembre —el Atlético tardó dos días en solidarizarse con el jugador y mostrar su repulsa— esta vez la entidad colchonera mostró su condena y su repudio con rapidez.

La ofensa racista que Vinicius sufrió en Mestalla y la justificada respuesta del jugador, que identificó y señaló a los agresores en medio de un episodio que obligó a detener el partido durante varios minutos, ha adquirido una magnitud que se corresponde con la relevante posición del delantero brasileño en la escala del fútbol, una estrella en toda regla. Alrededor del caso, el último de la saga de afrentas que Vinicius ha soportado esta temporada, se ha abierto una sucesión de debates que afectan directamente al fútbol y las respuestas que se articulan, inodoras e insípidas en España, para un problema que viene de lejos y devuelve a la memoria los nombres de Wilfred, Kameni, Eto’o, Roberto Carlos o Iñaki Williams, mortificados en los campos por la pigmentación de su piel. A Vinicius le distingue el coraje para denunciar y, si es necesario, enfrentarse a sus agresores, como sucedió en el derbi del Metropolitano o en el campo del Mallorca. Fuera de los estadios, también lo sufre. Un día antes del derbi en el Bernabéu, la efigie de Vinicius apareció colgada en el puente de una autopista, evocando imágenes terribles de violencia racial en otros lugares del planeta. La profusión de denuncias no ha detenido las actuaciones racistas contra el jugador brasileño, sostenidas por una injustificable premisa: el comportamiento de Vinicius en el campo permite y merece vejaciones de todo tipo. Hace pocas semanas, la Fiscalía de Madrid archivó la denuncia por la fricción en el Metropolitano con estos significativos argumentos: los insultos habían durado unos segundos y se habían producido en el contexto de la fuerte rivalidad de los dos equipos. No hay duda del exagerado comportamiento de Vinicius en el campo, donde es el jugador de la Liga que más faltas recibe y quizá el que peor las digiere. Se siente desprotegido y reclama el amparo que, en su opinión, no encuentra. Es un asunto estrictamente profesional que dispone de los cauces reglamentarios para solucionarlo. A los árbitros les corresponde ese trabajo. Se trata de un problema de su estricta competencia, tanto para verificar las acusaciones de Vinicius como para sancionar la expresividad desbordada. Esta temporada no lo han conseguido, fracaso evidente que ha incrementado la frustración del jugador y sus protestas.

Algo de lo que ocurre con Vinicius indica que el problema se relaciona fundamentalmente con el fútbol español. En los dos recientes partidos con el Manchester City, su actitud con los árbitros y los rivales ha sido ejemplar. Por fuerte que suene, Vinicius ha encontrado una respuesta sencilla a lo que sucede: España es racista. Tiene buenos motivos para creerlo. Habla como víctima de unas conductas despreciables que no encuentran las respuestas adecuadas, como manifestó Ancelotti después del partido de Mestalla. El técnico italiano declaró que en España nunca pasa nada después de esta clase de episodios. Ancelotti está convencido de que esta vez tampoco cambiará nada. Tiene razón. El fútbol español, que durante décadas se distinguió por una posición paternalista cuando no feudal con los jugadores —aquel viejo y flagrante derecho de retención—, no puede escudarse más en protocolos inservibles y en trámites que pasan al olvido, sin drásticas consecuencias, ni una visibilidad ejemplarizante. En las dos últimas semanas, hemos visto a unos salvajes impedir que un equipo celebrase con toda normalidad el título de Liga y detenerse un partido por los improperios racistas a Vinicius, que no aguanta más. No es casualidad que esta espiral vuelva a escenificarse principalmente en los crecientes sectores ultras, camuflados en los privilegios de esa ridiculez conocida como gradas de animación, donde sus desvaríos aumentan y comprometen la salud del fútbol, sin que nada ocurra. A Juan Luis Beigbeder le conoce el gran público como personaje de El tiempo entre costuras, de María Dueñas. Militar tan ilustrado como cruel, fue una figura relevante no solo de la historia de España, sino en la de Marruecos, pues de su gestión dependió el protectorado. Beigbeder era un tipo cultísimo que prefería el despacho y la sala de mapas a la vida de cuartel y trinchera. No era uno de esos militares, como Franco, que se ganaban los galones en misiones suicidas, exponiéndose a las balas. Lo suyo era la historia, la literatura, la conversación refinada y el buen té con menta. Hablaba árabe con fluidez, podía citar versos de poesía clásica en ese idioma y era un apasionado de la cultura marroquí, cuyos usos adquirió como propios: vivía, comía y decoraba sus habitaciones al gusto magrebí. Amigo de jalifas y jefes de las cabilas, conocía a fondo el país y lo amaba con pasión sincera. En su presencia no se hacían chistes de moros. Y, sin embargo, nunca le tembló la mano para mandar tropas y masacrar lo que fuese menester. Ningún rincón de su queridísimo Marruecos estaba a salvo de su fusta. ¿Era Beigbeder un racista? Sin duda. ¿Habría gritado “mono” a Vinicius en el campo del Valencia? Ni pensarlo. Le habría repugnado sobremanera esa turba embrutecida y seguramente habría mandado pasarla a cuchillo, por soez, y luego habría ofrecido un té con menta a Vinicius.

Que el fútbol tiene un problema en las gradas lo sabemos desde hace tiempo, pero es un problema que conviene a la mayoría de la sociedad. Los hinchas racistas hacen un gran favor al resto: al mostrarse tan monstruosos, embellecen a quienes no vamos al estadio. “El infierno son los otros”, nos decimos. Gracias a sus gritos no se nos hace rara la ausencia de apellidos extranjeros entre las élites. No nos sorprende que no haya un solo ministro que proceda de una familia de inmigrantes, y que sean muy pocos entre los escritores o los actores. Tampoco entre los médicos. Paseamos por el centro de las ciudades sin percatarnos de que las placas doradas que anuncian notarios y arquitectos solo tienen grabados nombres más ibéricos que el jamón. Del mismo modo que nadie diría que Beigbeder era un racista, los españoles podemos pasar por civilizados ciudadanos de una sociedad abierta que contemplamos, como hacía aquel general africanista, desde unos despachos a los que los inmigrantes solo entran para pasar la mopa. Gracias a los hinchas de Valencia, no tenemos que pensar en esas cosas. Los racistas son ellos. No ha habido telediario, programa de tertulianos, y no digamos ya programas deportivos, que no comentaran hasta la saciedad los insultos racistas a Vinicius Jr. en el campo del Valencia. Hasta la próxima. Naturalmente, todos los responsables políticos y deportivos del país condenaron los hechos, unos con más contundencia que otros, dicho sea de paso. Por ejemplo, el portavoz de Vox lamentó los insultos pero señaló que eran más dolorosos los ataques físicos a sus candidatos y militantes: cuantificar el dolor es complejo pero al menos sirve para desviar la atención. Y puestos a cuantificar no estaría mal que se midiera el posible incremento del racismo en relación con la aparición y el progresivo aumento de los votos a Vox. Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, por su parte, con esa sensibilidad que le caracteriza, aludió también a los insultos en los estadios al Rey. No sabemos si con ello quería decir que los racistas son republicanos, pero en esas privilegiadas cabezas, la suya y la de su director de Gabinete, todo es posible.

Lo curioso del caso es que los insultos racistas al jugador consisten en llamarle “mono” sin percatarse que, como señalan los expertos, los primates son un orden de mamíferos placentarios al que pertenecen los prosimios, monos y simios, entre ellos los seres humanos. Al parecer la disminución de la comprensión lectora es un hecho. Y un último apunte: tantas horas y esfuerzos que dedicó Carlos Espinosa de los Monteros, padre del portavoz de Vox, a la promoción de la imagen exterior de España en su condición de comisionado del Gobierno (del PP) para la Marca España, se han visto empañados por la actuación de unos primates. “Ahora, hasta en el G-7 consideran que los españoles somos racistas…”, me comentaban varios amigos periodistas del País Vasco.

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