Un mundo ‘infeliz’ de Aldous Huxley

  • La tecnología, un tanto distópica, revoluciona la vida en la tierra ¿Qué pasará cuando los robots sean tan reales como los replicantes de Blade Runner?

SANTIAGO J. SANTAMARÍA GURTUBAY

En 1992 se estrenaba ‘Hasta el fin del mundo’, la película más excesiva de Wim Wenders. Nacido en Düsseldorf, 1945, es un guionista, productor, actor y director de cine alemán que también ha trabajado en los Estados Unidos. Con un metraje que rozaba las tres horas de duración, el film nos trasladaba hasta un futuro inmediato, tiempo en el que ahora vivimos inmersos y cuya realidad se nos presenta con toda su carga distópica. Para conseguirlo, Wim Wenders establecía correspondencias que iban más allá de las meras relaciones entre personajes, consiguiendo mostrar de manera soterrada el nexo enfermizo entre el ser humano y la tecnología. El mundo visible escondía otro mundo donde dominaba lo artificioso. De esta manera, el personaje que interpreta Jeanne Moreau es el de una mujer ciega que intenta combatir su mal con una máquina que captura visiones conscientes y subsconcientes del cerebro de otras personas con el fin de ser traspasadas al suyo. El relato sonaba fantástico; hoy ya no tanto.

Por si fuera poco, la película de Wenders es todo un despliegue de cacharritos que parecían asunto de ciencia ficción, pero que hoy se han convertido en algo cotidiano. Sin ir más lejos, los teléfonos celulares con pantalla que aparecen en la película son un presentimiento de lo que nos iba a deparar el nuevo milenio. Se puede decir que con estos detalles, la película de Wenders es una película triste, puesto que la felicidad, para que sea completa, requiere que el futuro sea incierto, y lo que Wenders conseguía con su película era predecir con acierto lo que nos esperaba. Pero mucho antes de que Wenders nos presentase el futuro de una manera tan nítida, en el año 1926, Nikola Tesla concedió una entrevista al semanario Collier’s, donde describió con certeza el dominio de la tecnología en el futuro, atinando en todo. Solo hay que echar la vista atrás para darse cuenta de que en estos últimos 30 años, el mundo ha cambiado más que en los 30 años anteriores. Cuando se estrenó la película de Wenders, nos parecía inalcanzable que una persona ciega pudiese recuperar la vista, pero hoy estamos muy cerca de ello gracias a los ojos biónicos, un adelanto de la nanotecnología por el que es posible percibir la realidad con todos sus colores. No sé dónde dejó dicho Federico Fellini que el único realista que hay es el visionario, pero razón no le faltaba al cineasta si tomamos como ejemplo a Wenders y su película ‘Hasta el fin del mundo’; un filme que se nos presentó como ciencia ficción y que, con los años, se convertiría en todo lo contrario, es decir, en una película realista.

Tendría que pasar el tiempo para darnos cuenta de que Wenders, al igual que Tesla, estaba adelantándose en la realidad de nuestra época, llena de contradicciones y de claroscuros. Porque resulta paradójico que, mientras nos entregamos a la conquista de un mundo feliz donde la tecnología nos permite hacer posible lo que hasta hace poco parecía imposible, por el otro lado necesitamos mantener conflictos territoriales y guerras con el fin de acceder a las fuentes energéticas que alimentan dicha conquista. Por cuestionarlo a la manera del portugués y Nobel, José Saramago: “¿Qué clase de mundo es este que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?”.

En el siglo XXI, Claire Tourneur, una joven francesa, se ve involucrada en el atraco de un banco de donde se han robado una gran suma de dinero. Intentará encontrar al atracador siguiendo la pista de Trevor McPhee. Pero mientras tanto, un satélite amenaza con destruir la tierra, a raíz de un desastre nuclear provocado en el espacio exterior… Año 1999. Mientras conduce, una mujer (Dommartin) choca con el coche de unos delincuentes que acaban de atracar un banco y que la obligan a colaborar con ellos en el traslado del dinero a un lugar de París. En el trayecto, conoce a Sam (Hurt), un fugitivo perseguido por la CIA, que le explica que los delitos que le imputan son falsos y que lo que en realidad quieren es arrebatarle un invento de su padre que permite revisar los sueños.

Si ha habido un cineasta viajero en los últimos años, este ha sido Win Wenders. Cuando apenas se comenzaba a hablar de la apertura de fronteras y la globalización en la que en principio nos encontramos, Wenders ya trazó varios viajes a lo largo del mundo mostrando esas conexiones existentes, eliminando fronteras a partir del cine y de la música. Hasta el fin del mundo, planteada como una road-movie de ciencia ficción en la que la realidad y la fantasía se dan la mano, nos adentra en una narración irregular pero fascinante que con una banda sonora imprescindible, unos planteamientos teóricos dentro de la historia reveladores y un reparto magnífico radiografía una realidad que, modificada a través de la ciencia ficción, se nos presenta como cercana gracias a la capacidad evocadora de Wenders de trabajar el paisaje más allá del mero ornamento convirtiéndolo en una parte esencial del relato

¿Qué tecnología habrá dentro de cien años? La evolución del ‘hardware’, las comunicaciones y el ‘software’ contribuirá a un enorme desarrollo de campos como la telemedicina. Es imposible saber con seguridad qué tecnología estará disponible dentro de un siglo, pero sí podemos anticipar una visión general si echamos una ojeada a los avances que se están gestando en los tres ámbitos principales de las TIC (Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones): el hardware (los dispositivos y las máquinas), las comunicaciones (redes cableadas y móviles) y el software (servicios y aplicaciones). Estos tres campos van de la mano, aunque el hardware manda en la carrera evolutiva.

Actualmente, aún seguimos usando la tecnología de transistores que impone límites en la capacidad de procesamiento y el almacenamiento de datos. De hecho, en los últimos años, se ha ralentizado el ritmo de aumento del volumen de almacenamiento y velocidad de procesamiento que puede conseguirse en dispositivos que son cada vez más pequeños. Los computadores cuánticos prometen superar todos estos límites. Me imagino que dentro de 100 años existirán los ordenadores genuinamente cuánticos. Entonces se podrán realizar rápidamente operaciones que ahora llevan años o que directamente no se pueden hacer con un ordenador convencional. La computación cuántica es todavía una quimera y no debemos creer todo lo que se cuenta al respecto. Empresas como Google e IBM tienen sus propias versiones de computadores cuánticos, pero sus artículos son esencialmente marketing y sus experimentos no siempre están contrastados. Lo que parece indiscutible es que este es el futuro, por lo que las universidades se están tomando esto en serio, se está haciendo mucha investigación y se imparten cursos a los alumnos de grado.

En segundo lugar, tenemos las comunicaciones. Aquí el gran reto es conectar personas y objetos de todo tipo a gran velocidad. La gran revolución que hemos vivido con las comunicaciones móviles ha sido espectacular. Aún no hemos terminado de implantar el 5G y ya estamos trabajando en el 6G. Estamos cerca de conseguir que el tiempo de respuesta sea menos de un milisegundo y ampliar aún más el ancho de banda ya cercano a los Gigas, que dentro de cien años será del orden de Teras o más. Con el 6G vendrá la integración de la inteligencia artificial y del procesamiento de imágenes de forma nativa como parte de la red móvil, lo que multiplicará la capacidad de transmisión de datos masiva y lo haremos de forma sostenible, con bajas emisiones, mejor que ahora. Algunos expertos opinan que en un futuro se implantará a las personas procesadores de algún tipo para monitorizar de forma remota e inalámbrica, por ejemplo, nuestra salud.

Todo esto permite avanzar en la tercera pata que es el software. Porque si tú consigues conectar en milisegundos dos objetos o a una persona con un objeto, podrás hacer cosas como operar remotamente con un robot, controlar cualquier objeto o robot desde el móvil, o mejorar la interacción de los vehículos autónomos con el entorno. Si hablamos del desarrollo software y de las aplicaciones, cuando la computación cuántica sea una realidad, habrá que reprogramar todos los sistemas operativos y aplicaciones para adaptarlos a los nuevos ordenadores y cambiarán las interfaces hombre-máquina. Mediante realidad aumentada desplegaremos una pantalla virtual en una pared o en el aire, es decir, no hará falta un soporte. Esto quiere decir que dentro de 100 años el mundo real y el virtual serán uno solo. Veremos los objetos reales, pero con más información que te dará la realidad aumentada y podrás interactuar con ellos solo moviendo las manos con gestos muy sencillos, con unas gafas o con una gorra. Es lo que la gente demanda, soluciones sencillas para controlar las máquinas.

En cuanto a la programación, la tendencia actual es que las niñas y los niños aprendan programación desde pequeños. Esa semilla que estamos sembrando va a germinar y esas niñas y niños van a ser mucho más capaces de desarrollar aplicaciones sin necesidad de estudiar un grado en informática. Es decir, la capacidad para programar será una habilidad básica más de la mayoría, o muchas, de las personas. Eso supondrá que las personas podrán programarse las aplicaciones a su medida, para su negocio o por ocio. Con la evolución de esas tres patas tecnológicas de las que te hablo, tendremos la posibilidad de contar con aplicaciones que desarrollarán enormemente algunos campos. Uno evidente es la telemedicina: tendremos médicos de familia virtuales, que diagnosticarán con la ayuda de la inteligencia artificial (IA). Y hablando de IA, hay muchos problemas aún inabordables porque no tenemos suficiente capacidad de cálculo, pero cuando la computación cuántica sea un hecho, hará despegar también a la IA más allá de los límites actuales. También avanzará mucho la domótica doméstica. Tendremos robots en casa, no necesariamente con aspecto humano, pero que serán los que nos cuiden y nos tengan monitorizados constantemente. Esto no será tan difícil, ya que, al final, una persona que cuida, por ejemplo, a un anciano lo que hace es vigilarle, ver si está enfermo, si necesita comer, ayudarle si tiene un problema y si no puede resolverlo, llamar a quién sí pueda hacerlo. Eso mismo lo harán esos robots cuidadores, pero con mayor seguridad y más competencias.

Ver la tierra desde el espacio, hacer cálculos matemáticos que normalmente llevarían cientos de años, tener una cita romántica con un robot, o conducir un coche volador son situaciones que aún relacionamos a una película de ciencia ficción, sin embargo, esta tecnología podría afectar nuestra vida a mediano y largo plazo. La ciencia y la tecnología trabajan de la mano para desarrollar productos que pueden cambiar la forma en la que vivimos todos los días. Lo vimos con la televisión a color, impulsada por el ingeniero mexicano Guillermo González Camarena en 1940, (aunque el primer registro de transmisión de televi­sión a color se atribuye al escocés John Logie Baird en 1928). González patentó el Sistema Tricromático Secuencial de Campos (conocido como STSC), un método para transmitir televisión a color en todo el mundo. Al principio, este invento era muy costoso para el público en general, y solo era utilizado por las grandes empresas de medios de comunicación masiva, o para fines médicos que consistían en grabar las operaciones y transmitirlas a color en lecciones de anatomía. Tiempo después, este hito tecnológico del siglo XX fue cada vez más accesible para todos, y en la actualidad podemos encontrar un televisor o una pantalla de un dispositivo móvil a color en casi cualquier rincón del mundo.

Coches Voladores es un nombre genérico que recibe todo vehículo utilitario con capacidad de transportar personas sin tocar la superficie. Los coches voladores también son, de lejos, una de las fantasías más recurrentes en la mayoría de relatos de ciencia ficción. ¿Cuánto cuesta en la actualidad? La compañía holandesa PAL V-Liberty, por ejemplo, fabricó uno de los primeros coches voladores del mundo. El modelo está valorado en más de 370.000 euros. Sin embargo, este importe irá creciendo en función de la versión y del equipamiento escogido. ¿Cuándo podría estar disponible para la mayoría de la población? PAL V-Liberty espera perfeccionar el modelo para 2022. Enaire probará con los primeros taxis voladores, en Barcelona y Santiago de Compostela en 2024, y el modelo Skydrive de Toyota prevé estar listo para 2025. “Se necesitarán licencias y normativas para poder manejar estos vehículos, es difícil, lo vemos ahora con los drones”, explica Vicente De los Ríos, CEO de Líderes y Digitales y profesor de la Escuela de Organización Industrial. “A medida que van bajando los costes de producción, esta tecnología se podría fabricar de manera masiva, y lógicamente será más accesible para todos, sin embargo, habría que invertir en enseñar a la población a cómo utilizarlo, y tener infraestructura y ciudades que se adapten a estos coches. En todos los inventos tecnológicos hay un coste de adquisición y otro coste de operación”, asegura De los Ríos. ¿Dónde y quién ya aplica esta tecnología? Algunas compañías que se encuentran desarrollando este tipo de coches son: PAL V-Liberty, Toyota, Enaire, Terrafugia TF-X, y KleinVision. Todos se encuentran en la fase de pruebas y están sujetos al marco regulatorio que se alcance en los próximos años.

Turismo espacial. ¿Qué es? Es una modalidad de viajes que se realizan a más de 100 kilómetros de altura de la Tierra. Estos viajes son mediante cohetes o naves espaciales, y, de momento, tienen propósitos recreacionales, de placer o de negocio. ¿Cuánto cuesta en la actualidad? La compañía Virgin Galactic del multimillonario británico Richard Branson pide 250,000 dólares por asiento. La NASA en unión con la empresa SpaceX, propiedad de Elon Musk, ofreció un vuelo por 55 millones de dólares por pasajero, de acuerdo con la BBC. Blue Origins, de Jeff Bezos, dueño de Amazon, podría cobrar dos millones de dólares por plaza. ¿Cuándo podría estar disponible para la mayoría de la población? El millonario japonés Yusaku Maezawa compró el primer paquete turístico para llegar hasta la Luna. Si todo sale según lo previsto, partirá en 2023 a bordo de la nave Starship de SpaceX. Musk pretende llevar a humanos en 2026, sin embargo, la NASA considera que podría alargarse hasta 2033. En cualquier caso, las fechas de las misiones espaciales son difíciles de predecir. “En el turismo espacial hay un peligro muy alto, por lo que, para que el negocio sea universal, tienes que tener una garantía de éxito muy elevada”, explica De Los Ríos. ¿Dónde y quién ya aplica esta tecnología? Las compañías SpaceX, Blue Origins, The Space Perspective, Zero 2 infinity, Virgin Galactic son la principales. Personalidades como Leonardo DiCaprio, Justin Bieber, Ashton Kutcher, o Angelina Jolie ya tienen sus billetes para viajar al espacio en algunas de estas compañías.

Robots Sexuales ¿Qué es? Dispositivos tecnológicos con apariencia humana que responden a determinadas preguntas, expresan emociones y están diseñados para satisfacer las necesidades o peticiones sexuales de sus usuarios. ¿Cuánto cuesta en la actualidad? ‘Harmony’, el primer prototipo de muñeca-robot sexual con inteligencia artificial de la compañía RealDoll, cuesta 5.999 dólares. Las muñecas-robots de la página RobotCompanion oscilan entre 2.000 y 3.500 dólares. ¿Cuándo podría estar disponible para la mayoría de la población? Los robots sexuales ya se pueden comprar por internet. “Seguramente en los próximos años veremos cómo este tipo de dispositivos se complementan con tecnologías como la realidad virtual, permitiendo así una experiencia de usuario más completa”, dice Fernando Suárez, presidente del Consejo General de Colegios Profesionales de Ingeniería (A Coruña). “Este hecho se reflejó incluso en el cine a través de la película Her (2013), en donde el protagonista, Joaquin Phoenix, desarrolla una relación con una asistente virtual de inteligencia artificial personificada a través de la voz Scarlett Johansson”, recuerda Suárez. ¿Dónde y quién ya aplica esta tecnología? Las compañías RealDoll, RealRobotics, RobotCompanion, Orient Industry son las más famosas a nivel mundial. En RealDoll, por ejemplo, el usuario puede diseñarlas a su gusto, escoger si quiere que sea una mujer, un hombre o transexual. También elegir entre distintos tipos de cuerpos, tipos de pezones, colores de cabello o maquillaje.

Sexo con robots, la metamorfosis del placer para el siglo XXI no está exenta de riesgos. Un 40% de los hombres están interesados en probar o adquirir un muñeco erótico, según un informe, aunque este tipo de prácticas puede generar, a la larga, problemas de afectividad e intimidad. El placer del ser humano a lo largo de los últimos milenios ha cambiado. La forma de comprender y practicar relaciones sexuales también. La industria de los dos rombos puede presumir de ser muy innovadora. O al menos nunca se le han caído los anillos a la hora de probar cosas nuevas. Numerosas tecnologías de consumo que han aparecido han tenido un cierto encaje. Cambian las modas, la estética, los juguetes y las posturas, pero el fin último no. Mientras se allana el camino hacia el futuro de la robótica en la sociedad empieza a surgir a la misma velocidad una corriente de pensamiento que aboga por que las máquinas, en un futuro próximo, se metan en la cama con las personas. Existe ya un creciente interés en explorar este camino. Muñecas sexuales realistas que pueden confundir por su mirada. Robots sexuales recubiertos de pieles sintéticas. Dotar de ‘inteligencia’ a los robots es el siguiente paso y, de facto, puede llevarse por delante un factor clave en el sexo, la intimidad.

Un informe reciente publicado por The Times constata que el 40% de los hombres británicos están interesados en probar o adquirir un muñeco erótico ‘inteligente’, aunque este tipo de prácticas puede generar problemas de afectividad a largo plazo. Los expertos creen que el sexo con robots tiene dos caras de una misma moneda, una positiva y otra negativa. “En el sexo hay tres razones para practicarlo, reproducción, placer e intimidad, es decir, comunicarte con otro ser humano” apunta Sylvia de Béjar, sexóloga, en declaraciones a este diario. En su opinión, este tipo de relaciones artificiales puede prosperar por la imaginación (“puedes hacer que sea muy humano”), pero “pierdes intimidad”. Sin embargo, esta experta considera que también puede ayudar a mejorar las relaciones de personas tímidas que no dominan las habilidades sociales. “Veo un lado positivo en personas que tengan dificultades a la hora de intimidar; puede ser una salida. Es mejor aprender con los seres humanos, pero bueno. Hay mucha gente con discapacidades que no pueden desarrollarse sexualmente y [los robots sexuales] podría ayudarles”, apunta.

La Inteligencia Artificial y la robótica ya están presentes en la sociedad y en la industria. A falta de la gran explosión en el mundo doméstico, prevista para la próxima década, el ancestral hábito del sexo puede pasar a la historia como una leyenda del pasado en caso de introducir los robots en la cadena del placer. ¿Qué pasará cuando, como los replicantes de las películas Blade Runner, sean tan reales los robots que no podamos sentir la diferencia? Esa idea es, sin embargo, todavía una utopía, puesto que una relación emocional al mismo nivel que la humana y las consideraciones psicológicas no están por el momento tan avanzadas. Los llamados ‘sexbots’ -por ‘sexo’ y ‘robots’- ya han hecho acto de presencia. Dada la velocidad de los avances tecnológicos, es inevitable pensar que en un futuro cercano se desarrollen robots hiperrealistas diseñados para satisfacer sexualmente a las personas, aunque este escenario puede generar un controvertido sobre razones morales. ¿Qué sucede con el consentimiento? ¿Dónde queda la generosidad? ¿Y los valores religiosos y humanos? ¿Deshumanizarán las relaciones? En el libro ‘Amor y sexo con robots: la evolución de las relaciones’ (Perennial, 2008), el científico David Levy ya abordaba estas cuestiones. En su opinión, para el año 2050 los ‘sexbots’ formarán parte de la vida cotidiana del ser humano. Serán inevitables. “Tenemos robots de compañía, una pareja-robot sería la continuación natural de esta tendencia”, consideraba.

Por el momento no deja de ser un ensayo, dado que no se han popularizado y el nivel alcanzado por la Inteligencia Artificial tampoco es tal como afirmar con rotundidad que un robot humanoide sustituirá en poco tiempo a una persona incluso este campo. Pero se le está buscando un negocio alrededor. El mercado en robots sexuales ya fabrica androides ‘Loves dolls’ con capacidad para ejecutar hasta 50 posturas sexuales, aunque existen aún muchas limitaciones para programar a las máquinas para que ejecuten instrucciones y movimientos tan naturales. En julio de este año, la Fundación para una Robótica Responsable publicó un informe, titulado “Nuestro futuro sexual con los robots”, en el que se recogían algunas de las principales cuestiones en esta materia. En primer lugar, se reconoce que existe todavía un “un problema con la percepción pública” de los robots sexuales. “Los robots sexuales son nuevos y pocas personas han tenido encuentros con ellos directamente. La información de dominio público procede principalmente de ideas de ciencia ficción generadas por la televisión y las películas”, argumentan los investigadores.

Pero queda reflejado los escasos análisis sobre su adopción real. Existen pocos informes y datos estadísticos, algunos de los cuales ponen de manifiesto que entre el 9% y el 66% de las personas estarían dispuestas a tener sexo con un robot. Unos resultados que sugieren que hay un mercado a investigar para los robots sexuales, significativamente más grande en el público masculino. “Las personas, en general, ven el sexo con un robot sexual como algo más parecido a una masturbación o empleando un vibrador que teniendo sexo real con un humano”, creen los investigadores. Para el 40% de las personas, por tanto, un robot no equivaldrá a una infidelidad. Con el término replicante se denomina a un tipo de androide bioingenieril ficticio en la película ‘Blade Runner’ (1982), su secuela Blade Runner 2049 (2017) y el resto de medios de la franquicia de Blade Runner. La serie Nexus imita al ser humano en su aspecto físico, llegando a ser virtualmente indistinguible, pero cuenta con una fuerza y agilidad superior e inteligencia variable según el modelo. Son denominados androides o ‘andys’ -‘andrillos’ en algunas traducciones- en la novela de Philip K. Dick, ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’, en la que se basan las películas. La obra original de Philip K. Dick y los filmes presentan a los replicantes de manera similar, pero con algunas diferencias notables. Desde el punto de vista artístico, diversos autores consideran que los replicantes serían fundamentalmente una alegoría de la humanidad.

Tanto el libro como Blade Runner (1982) hacen mención al modelo Nexus-6 (como Roy Batty), androides de última generación que son exteriormente idénticos a los humanos pero con algunas diferencias, como por ejemplo que su vida es de unos cuatro años para evitar que desarrollen una cognición empática y, por lo tanto, inmunidad a la máquina Voight-Kampff. Los replicantes Nexus-7 (como Rachael) son un modelo limitado creado por Tyrell Corporation con recuerdos implantados y la capacidad para reproducirse. En los posteriores cortometrajes y en la película Blade Runner 2049 (2017) aparecen nuevos modelos: Los replicantes Nexus-8 (como Sapper Morton), también creados por Tyrell Corporation, tienen esperanza de vida abierta, pero una rebelión – que resulta en el Apagón de 2022 – lleva a que sean capturados o asesinados (‘retirados’ según el término usado en el universo Blade Runner). Los replicantes Nexus-9 (como K) son creados por Wallace Corporation, tienen también esperanza de vida abierta, pero poseen una obediencia aumentada que los hace incapaces de no seguir órdenes humanas y, por lo tanto, son completamente esclavos. Los replicantes son a veces llamados coloquialmente ‘pellejudos’ (‘skin-job’ en inglés). En el universo de Blade Runner también existen replicantes animales (animoides), que se desarrollaron primero para ser usados como mascotas y bestias de carga después de que la mayoría de las especies animales se extinguieran.

Computación cuántica, ¿qué es? Los ordenadores que manejamos habitualmente utilizan bits (binary digit, o dígito binario) para almacenar información. El bit es la unidad mínima de información empleada en la informática tradicional. Cada bit puede tener dos valores: 0 o 1. Sin embargo, la informática cuántica utiliza como unidad mínima el cúbit. A diferencia del bit, que solo puede estar en uno de esos dos estados, el cúbit puede encontrarse en los estados 0 y 1 simultáneamente y almacenar mucho más. Un ordenador cuántico sería capaz de ejecutar algoritmos que para los ordenadores actuales son muy difíciles, y realizar cálculos rápidos que normalmente tardarían cientos o miles de años. ¿Cuánto cuesta en la actualidad? No hay un precio concreto, sin embargo, “esta tecnología tendrá un valor millonario en el futuro cercano, ya que cada ordenador es único en su especie”, dice Ricardo Peña Marí, catedrático de ingeniería informática de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Cuándo podría estar disponible para la mayoría de la población? “Los ordenadores cuánticos se encuentran en la misma fase que los ordenadores actuales en los años cincuenta. Un computador cuántico puede ocupar una habitación completa”, explica Peña. En unos 10 años podrían estar disponibles a nivel comercial solo para los gobiernos, laboratorios y grandes empresas principalmente. ¿Dónde y quién ya aplica esta tecnología? Algunas empresas como IBM, Google, Microsoft o Alibaba se han lanzado a la carrera de la computación cuántica. “Los ordenadores cuánticos se encuentran en fase de desarrollo y aún no son capaces de almacenar y realizar grandes tareas”, finaliza Peña.  

¿Por qué la inteligencia artificial aún no es Terminator? El automatismo de los sistemas lleva más de 50 años sin un consenso en lo referente a la regulación, mientras la nueva revolución industrial simplifica tareas en el mercado de trabajo. La ciencia-ficción introdujo las posibilidades de las máquinas en un futuro no muy lejano. Películas como ‘Terminator’ o ‘Robocop’ hicieron el resto. Mostraron dos caras de la innovación, la de los indudables beneficios (facilitar procesos industriales, agilizar mecanismos, ayudar a las personas) y, por supuesto, los peligros tácitos de la robótica (descontrol, crecimiento del desempleo, esclavitud humana). Sin embargo, ese debate iniciado desde hace años se encuentra en la actualidad en su punto álgido. En un vaivén. Y más cuando se dan vueltas a los avances logrados. Si se le dota, por ejemplo, a un exoesqueleto de metal la posibilidad de tomar decisiones como un ser humano, ¿podrá revolucionar de esta manera el paradigma de la ética a través de la inteligencia artificial?

Hace unos años, el científico británico Stephen Hawking levantó la voz para advertir las posibles amenazas que podían representar la robótica, sobre todo cuando se le integra un sistema de inteligencia artificial: “Los robots son una amenaza para la humanidad. Los seres humanos que están limitados por la evolución biológica lenta, no podrían competir por la inteligencia artificial, y serían superados por ella”, declaraba. “Con el tiempo, otros conocidos miembros de empresas de tecnología y científicos se han sumado a la lucha por una regulación y un control que establezca los patrones éticos de una inteligencia artificial, ahora en fase de aprendizaje y desarrollo, para evitar que los efectos sean perniciosos en la sociedad. Los robots son una amenaza para la humanidad. Los seres humanos que están limitados por la evolución biológica lenta, no podrían competir por la inteligencia artificial”. Las opiniones generadas en torno a esta área han llegado a la formación de manifiestos y grupos contrarios a su desarrollo sin control, mientras que otros acreditan que ciertas posturas están fundamentadas simple y llanamente en el terror a lo desconocido. Este verano saltó la voz de alarma cuando Facebook tuvo que desactivar un experimento de inteligencia artificial porque dos ‘bots’ programados para aprender a negociar habían llegado a la conclusión de que era más fácil regatear con un idioma más simple extraído del inglés; es decir, inventaron su propio lenguaje inentendible para el ser humano.

Enrique Domínguez, director estratégico de InnoTec, sostiene en declaraciones a ABC que en este tipo de experimentos como el de Facebook acaba en desenlaces imprevisibles como parte de lo que supone la propia investigación. Por lo que se debe matizar en el caso de estos dos ‘bots’ que “no pensábamos que iban a reaccionar así”, en lugar de “que no estaban programados para ello”. A su juicio, “no se apagó porque se hubiera sucumbido al pánico, sino que ya se había cumplido el objetivo del experimento”. Sin embargo, ambas inteligencias no habían sido programadas para que negociasen en un idioma entendible, porque al fin y al cabo las máquinas siguen sus normas establecidas en el código. “Que una inteligencia que se haga consciente de que es inteligente y trate de asumir el control o imponerse sobre los demás, queda todavía muy lejos”. Sin embargo, la preocupación existe. El debate, ahora, discurre no tanto en la tesitura de que un sistema funcione sin las pautas establecidas por un ser humano, sino por una falta de consenso en cuanto a tipo de ética y valores deben seguir los sistemas inteligentes, así como el nivel de ciberseguridad para que los delincuentes no alteren su lógica marcada. “Sí que hay ciertos asuntos que hacen preocuparnos como lo relativo a la privacidad y la seguridad. Porque se está empezando a ver sistemas que están muy especializados en un área y eso puede suponer una amenaza”, indica el Dr. Sánchez.

Como siempre, hay alguien que se adelantó a todo. Por ello, a menudo se suelen rescatar las leyes de la robótica que estableció Isaac Asimov y que han quedado plasmadas a lo largo de la literatura y las obras culturales de ciencia ficción. En primer lugar, según es código deontológico, un robot no debe hacer daño a un ser humano o por inacción permitir que un ser humano sufra daño. En el segundo caso, un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley. Por último, un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley. “Es primordial que la inteligencia artificial nunca supere la inteligencia de un ser humano, por algo muy sencillo, porque en el momento en que lo supere no tendremos capacidad para controlarlo”. Aún existen muchos flecos por resolver. Sobre todo, en materia legal y jurídica. ¿Por qué resultan tan difícil establecer un consenso internacional para el desarrollo de la inteligencia artificial? Esta cuestión es a menudo respondida por los ejemplos de comportamientos de los vehículos sin conductor: “un coche autónomo qué haría si tiene que decidir entre matar a sus ocupantes o cinco personas en un paso de peatones”, expone Domínguez. Dentro de esa cuestión ética también trae consigo el componente de la cultura, que tampoco es universal.

En las distintas vertientes de la inteligencia artificial se han obtenido en ciertas áreas un nivel de especialización mucho mayor, por lo que Sánchez cree que «si esto lo combinamos con máquinas con autonomía de tomar ciertas decisiones estratégicas y operar en dispositivos que en este caso sí que podrían ser armas, pues puede suponer un riesgo». Ajeno a ese mundo apocalíptico de máquinas superiores, apunta a que hay que centrar los esfuerzos en controles de calidad. Se habla mucho de inteligencia artificial, pero a qué nos referimos. Estos avances buscan, en primer lugar, simular comportamientos de los seres humanos que podemos interpretar como inteligentes, pero son los que toman decisiones de cierto calibre los que están en el foco de atención. IBM, por ejemplo, es una de las compañías más punteras en lo referente a lo que llaman sistemas cognitivos. Su software Watson se utiliza en algunas empresas para sus sistemas y se están empleando en casos reales como el diagnóstico de enfermedades. Cada software es distinto dependiendo del objetivo predispuesto al igual que la base de datos con la que está conectada, porque al fin y al cabo es una herramienta que lee muchos datos que una persona no podría abarcar, pero que despiertan dudas.

Enrique Domínguez explica así que “estos sistemas expertos a mí me preocupan desde el punto de vista de ciberseguridad, porque qué pasaría si alguien consigue atacarlos y modificar su comportamiento -bien sea alimentándolos de datos maliciosos para que cambian su manera de comportarse o de alguna manera transmutándolos para que de alguna manera cambien sus decisiones- ahí podríamos estar hablando de muertes de personas o incluso de colapsos de compañías a nivel económico”. Asimismo, Sánchez señala que “si estás hablando de diagnósticos clínicos estás hablando de protección de datos”. “Parece una contradicción, pero algunas de las aplicaciones más interesantes y más complejas, algunas ya eran capaces de hacer diagnósticos hace años, de cómo iba a evolucionar una enfermedad y con tasas de aciertos muy altas”, recalca. Algunas empresas, ante la falta de consenso, se han adelantado en la elaboración de sus propia pautas. Y las comparten con otros entornos, como en el caso de IBM. La compañía tecnológica ha establecido así tres principios. En primer lugar, lo que llaman el diseño que se refiere a “la capacidad de amplificar una persona”, explica a este diario Elisa Martín-Garijo , directora de Innovación IBM España , “debido a la gran generación de conocimiento entorno a la era digital, toda la información es valiosa” de manera diferente para cada persona. En segundo lugar, -dice- el principio de credibilidad para que “generemos confianza a las personas de su utilización”. Por último el principio de fiabilidad del comportamiento para que solucione un problema de un dominio específico.

Por otro lado, Martín-Garijo también aclara que los programas Watson como son diferentes, también funcionan a partir de bases de datos distintas. Al estar concentrados y separados, se reduce el riesgo del problema que pueda haber con la información, así como los datos que se vayan generando vayan únicamente a “la entidad que aporta la solución”. Por otro lado, también hay un Watson de computación cognitiva en las amenazas de seguridad. Así, los seres humanos se sirven de esta tecnología como una herramienta y no como un sustituto, para poder concentrar los esfuerzos en tareas mucho más adecuadas para las personas. En el caso de la postura Accenture, la compañía apuesta por lo que llama la Inteligencia Artificial Responsable porque creen “que es una fuerza transformadora de la sociedad que sí debe haber niveles de regulación, pero no porque tengamos miedo de lo que nos pueda traer la inteligencia artificial, porque estamos intentando que avance quitándonos tareas que pueden ser hechas por máquinas y dejándonos tareas que podemos aportar mucho más como humanos. Pero sí, tiene que estar regulada”. Por lo que en ese puzzle de tareas, automatizan procesos “como en un Call Center que es capaz de reconocer tu voz”.    

Aldous Leonard Huxley (Godalming, Surrey, 26 de julio de 1894 – Los Ángeles, 22 de noviembre de 1963) fue un escritor y filósofo británico que emigró a los Estados Unidos. Miembro de una reconocida familia de intelectuales, es conocido por sus novelas y ensayos, pero publicó también relatos cortos, poesías, libros de viajes y guiones. A través de sus novelas y ensayos, ejerció como crítico de los roles, convenciones, normas e ideales sociales. Se interesó, asimismo, por los temas espirituales, como la parapsicología y el misticismo, acerca de las cuales escribió varios libros. Se le considera uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno. En 1932 escribe en cuatro meses la obra que lo haría más famoso: ‘Un mundo feliz’ (Brave New World, 1932), novela distópica que ofrece una visión pesimista del futuro del mundo, mostrando una sociedad regida por el condicionamiento psicológico como parte de un sistema inmutable de castas. ‘Un mundo feliz’ tiene lugar en una sociedad futurista incómodamente estéril y controlada, comúnmente conocida como ‘Estado Mundial’. La historia empieza con un grupo de jóvenes estudiantes que están de visita en el ‘Centro de Incubación y Condicionamiento de Londres’, escuchando las explicaciones del director del centro, cuyo nombre es… El Director. Sí, es todo un poco escalofriante.

El director explica a los estudiantes el proceso por el cual se cultivan seres humanos en botellas para luego ser adoctrinados (léase: lavarles el cerebro) para que crean ciertas ‘verdades’ morales. Este aleccionamiento, también conocido como ‘hipnopedia’ o ‘educación a través del sueño’, enseña a los ciudadanos que el valor de la sociedad debe ser siempre superior al del individuo. Las personas existen para servir a la comunidad. Su función es ser consumidores y trabajadores, lo que a su vez mantiene la economía sólida y estable. Compra un montón de ropa. Usa un montón el transporte. Haz tu trabajo. Para que el sistema funcione mejor, los seres humanos se dividen en varias castas: Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Epsilons… Los ciudadanos Alfas son inteligentes, altos y musculosos; los Epsilons son bajos, tontos y feos. Este mundo decidió que la mejor manera de hacer que los que no son Epsilons sigan siendo tontos es darles sustancias peligrosas cuando aún se encuentran en el tubo de ensayo. En este caso, les privan de oxígeno y promueven el uso de alcohol. Además, las castas inferiores se cultivan por lotes; así, cada Epsilon posee 99 copias exactas de él mismo. Si pensabas que tener un hermano mayor era duro, ¡imagina tener 99 clones!

Pero sigamos con la historia. Pronto nos encontramos con otros dos personajes de la novela, Lenina Crowne y Henry Foster, ambos trabajadores de la planta de incubación. Lenina es muy guapa, y Henry –como el resto de trabajadores– se ha estado acostando con ella. Puede parecer raro, pero este tipo de relaciones son habituales en esa sociedad. En el Estado Mundial, el sexo es informal, regular (una vez al día) y explícito. “Todo el mundo pertenece a todo el mundo”, lo cual significa que cuando un hombre quiere acostarse con una mujer, dice públicamente algo así como “Oye, tú, hagamos el amor esta noche”, a lo que ella responde: “De acuerdo”. Básicamente funciona así. Los niños pequeños juegan entre sí a juegos eróticos y las orgías son eventos quincenales obligatorios. La otra actividad importante en este mundo consiste en ingerir un narcótico llamado soma, una droga que envía a sus deprimidos consumidores a ‘una eternidad en la luna’: una especie de evasión alucinante de la realidad. Recibimos mucha de esta información de boca del Director a medida que avanza su explicación ante los estudiantes; el resto lo descubrimos gracias a Mustafá Mond, un pez gordo que resulta ser uno de los diez Controladores Mundiales.

Mustafá explica al mismo ‘grupo de estudiantes’ cómo se creó esa sociedad. La versión abreviada es que el mundo se estaba volviendo un desastre así que la población mundial dijo al unísono: “¡No podemos más! ¡Por favor, quítennos todas nuestras libertades y la individualidad en nombre de la estabilidad universal!” A lo que los poderes de turno respondieron: “De acuerdo”. Por eso ya no hay guerras, ni tristeza, ni individualidad, ni historia, ni literatura, ni familias, ni lazos emocionales, ni soledad, ni libertad científica, ni religiones (Dios ha sido reemplazado por ‘Ford’; sí, Ford de Henry Ford, el hombre que creó la línea de montaje y la producción en masa). Lo qué si hay es sexo. Mucho sexo. Esa es, a grandes rasgos, la base de la historia. Mientras vamos asimilando esta información, nos encontramos con otro personaje, Bernard Marx, un psicólogo Alfa-Plus (o Alfa-más) que, por alguna razón, no tiene la genial característica física de la mayoría de los Alfas: es bajito. Bernard se siente marginado porque es ‘diferente’, y todo el tiempo que pasa a solas lo pasa reflexionando sobre grandes cuestiones y planteándose cosas como: “Ojalá la gente no fuera tan promiscua y pudiera tomarse en serio el amor” o “Me gusta mucho Lenina, pero prefiero tener una larga y bonita conversación a acostarme con ella”. Cuando finalmente se lo comenta a Lenina, ésta lo avergüenza hablando públicamente de sus planes sexuales.

A continuación nos encontramos a Helmholtz Watson, otro hombre Alfa-Plus que comparte la insatisfacción de Bernard respecto a sus vidas controladas y estructuradas, aunque afortunadamente no comparte sus deficiencias físicas: Helmholtz es realmente atractivo. Tan guapo, que la primera vez que leemos de él tres mujeres le están ofreciendo hacer una orgía con ellas. Sin embargo, prefiere pasar de la oferta y quedarse a hablar largo y tendido con Bernard sobre lo insatisfechos que ambos están con sus vidas. Dado que su labor diaria es escribir frases sin sentido para la hipnopedia, Helmholtz expresa su deseo de crear algo más intenso y apasionado, aunque no sabe bien qué. Lo siguiente es la cita de Bernard con Lenina. A él le gustaría conversar con ella o tal vez pasear por la playa agarrados de la mano. Esto confunde a Lenina, que quiere tomar drogas y tener sexo. Al final, Bernard acaba sucumbiendo a su seducción, aunque tiene que tomar unos gramos de soma para atreverse a acostarse con ella. A la mañana siguiente, le dice que lamenta no haber esperado un poco antes de tener sexo con ella. Que quiere ser un adulto, no un niño; que quiere ver qué sucede cuando se deja pasar cierto tiempo entre sentir un deseo y satisfacerlo, pero Lenina no le entiende. Así, en esa situación un tanto incómoda, Bernard y Lenina planean pasar unas vacaciones en una Reserva Salvaje de Nuevo México. ¿Que qué es una Reserva Salvaje? Se trata, básicamente, de una zona del mundo en la que no ha entrado la tecnología / el control mental / la antiutopía. Antes de ir, Bernard debe pedirle permiso al Director (su jefe, a quien conocimos al principio de la novela.)

El Director revela, casi sin querer, que cuando era joven también visitó la Reserva con una mujer, quien desapareció allí: como no podían encontrarla, tuvo que regresar solo. Avergonzado por esta revelación personal, el Director se recompone reprendiendo a Bernard por actuar como un adulto y no como un niño. Al parecer, todo el mundo sabe lo que sucede tras puertas cerradas. Bernard muestra una actitud rebelde, sustentada en la idea de que romper las reglas lo erige como individuo. Entonces Bernard emprende su viaje con Lenina. Desafortunadamente, una vez que llegan a la Reserva, Helmholtz le llama por teléfono para informarle de que El Director está planeando deportarlo a una isla. Mala onda total. Parece que las ‘islas’ son lugares reservados a inadaptados y malhechores, así que te expulsen a una isla es… como ser expulsado de la isla, pero al revés. Bernard, lejos de sentirse orgulloso de su individualidad, se vuelve loco, lloriquea un poco y acaba optando por evadirse de la realidad con una dosis de soma. Recuerden, chicos: las drogas nunca son la solución.

Mientras tanto, siguen las vacaciones y empieza el recorrido a través de la Reserva. A Lenina le horroriza todo lo que allí ve. La gente está sucia, con la ropa hecha jirones, y todo huele mal. Por otra parte, a Bernard le fascina examinar a ‘los salvajes’ desde una óptica científica. Durante su recorrido, la pareja ve una danza ritual en la que un joven se deja golpear para honrar a los dioses. Después se les acerca John, un hombre blanco (a diferencia de los nativos americanos) que al parecer se crió en la Reserva. La historia sale rápidamente a la luz: la madre de John vino a la Reserva del ‘Otro Lugar’, se perdió allí y dio a luz a John. Bernard empieza a atar cabos y cae en la cuenta de que John es el hijo del Director. A Bernard se le empiezan a encender bombillas de ‘¡chantaje a la vista!’ en la cabeza. Mientras tanto, John y Lenina se van enamorando. John lleva a Lenina y Bernard a su casa y allí conocen a su madre, Linda, que es como Lenina pero con veinte años más. Vivir en la miseria durante los últimos veinte años ha sido una absoluta tortura para ella. Bernard y John conectan desde el principio, porque ambos han sido marginados de sus comunidades: Bernard por su deficiencia física; John por ser el único blanco del lugar y porque su madre se acuesta con todos. De hecho, lo único que le ha hecho feliz a John desde niño era un libro que su madre le encontró: Las Obras Completas de William Shakespeare. Por eso, John cita a Shakespeare constantemente, pues considera que es la mejor manera de expresarse.

Bernard, que sigue planeando su chantaje, mete a Lenina (que está en un coma de soma voluntario) en la cama y llama por teléfono a Mustafá Mond, el Controlador Mundial que apareció anteriormente. Están de acuerdo en que tendría un alto ‘interés científico’ que John y Linda regresaran al mundo civilizado, sólo para ver qué pasa. Entonces Bernard se pone manos a la obra. Se aparece en el centro donde trabaja y El Director arma un gran alboroto al despedirlo delante de todos, declarando su deportación a una isla. Bernard le responde mostrándole a John (que se presenta onda ‘¡Papá!’) y a Linda (que presenta onda ‘¿Te acuerdas de mí?’). Ten en cuenta que se trata de una sociedad en la que los hijos no nacen, sino que crecen en botellas. Los conceptos de ‘madre’ y ‘padre’ se consideran algo sucio y primitivo, por lo delatar al Director como padre arruina totalmente su reputación. Éste sale del lugar corriendo y tapándose los oídos, lo que significa más o menos que a Bernard, después de todo, no lo van a deportar.

Así comienza un experimento social enorme y trágicamente erróneo. Linda siente que ha sufrido suficiente en esta vida, por lo que se convierte en una adicta total al soma y, básicamente, se evade por completo de la realidad. Todo el mundo se da cuenta de que la droga la matará en muy poco tiempo, pero a nadie le importa, salvo a John, y a él nadie le escucha. Bernard empieza a mostrar a John por todos lados como un descubrimiento personal y acaba convirtiéndose en una gran celebridad, algo que ayuda a compensar su baja estatura. Al volverse tan popular, Bernard se olvida de sus deseos de individualidad. Helmholtz, por su parte, se hace amigo de John, y los dos comparten conmovedores momentos con el libro de Shakespeare que John se trajo. Al fin y al cabo, Helmholtz se da cuenta de que es posible escribir cosas intensas y apasionadas. Mientras tanto, a John el mundo civilizado no le impresiona demasiado. Le gustan la tecnología y las comodidades, pero le desagradan el proceso de creación humana y el hecho de que en las castas más bajas existan docenas de clones idénticos. John está loco por Lenina, pero viene de un lugar en el que mantener la castidad hasta el matrimonio es importantísimo. Esto confunde a Lenina, que busca acostarse con él a toda costa y por primera vez en su vida está siendo rechazada. Cuando se enfrenta a John (enfrentamiento = ‘¡Acuéstate conmigo! ¡Ahora!’), él se sale de sus casillas, la llama prostituta y cita unos versos de Shakespeare que hablan de que nadie debería perder la virginidad antes de establecida la unión matrimonial. Dios sabe dónde hubieran terminado las cosas si no fuera porque en ese momento John recibe una llamada telefónica en la que le comunican que su madre se está muriendo, y sale corriendo.

Linda, aún bajo los efectos del soma, muere poco después de que John llega al hospital. Se siente muy triste, pero en un mundo en el que todos han sido condicionados para pensar que la muerte no es tan importante, nadie entiende su emoción. Eso, sumado a la pérdida de su madre y al hecho de que Lenina quiera hacerle perder la virginidad, pone como loco a John. Encuentra un grupo de Deltas que esperan para recibir su ración diaria de soma y en un arranque de ira lanza las cajas que contienen la droga por la ventana, tratando de explicarles que sólo serán libres sin ella. Su reacción provoca un motín. Bernard y Helmholtz Watson llegan al lugar justo antes que la policía, la cual tranquiliza a los Deltas con soma y arresta a los tres hombres (Bernard, Helmholtz y John). ‘Arrestar’ significa que los llevan a la oficina de Mustafá Mond, donde Bernard actúa como un cobarde total al delatar a sus dos amigos (onda: ‘¡Soy inocente! ¡La culpa es de ellos!’), tras lo cual se lo llevan. Mustafá confiesa que dejó su carrera como químico para dedicarse a trabajar por la felicidad universal. Le dice a Helmholtz que, en realidad, que te envíen a una isla es lo mejor que te puede pasar, porque llegas a conocer a un montón de personas que decidieron rebelarse contra el lavado de cerebro. Helmholtz se muestra de acuerdo con esa forma de ver las cosas y parte alegremente, ansiando empezar su nueva vida en la isla.

Así pues, John y Mustafá quedan solos y se dedican a conversar durante horas sobre la literatura, la pasión, las emociones, el sufrimiento y Dios. John concluye que no quiere una vida donde la gente siempre esté contenta: quiere tener la libertad de estar triste, la libertad de sufrir. A pesar de esta gran conversación, Mustafá no permite que John se vaya con Helmholtz a vivir a una isla, pues quiere continuar con el experimento social. Enfadado, John huye hacia un faro abandonado y allí se autocondena a un régimen de flagelación y hambre. Ah, y también establece el ritual de vomitar para quedar limpio de los horrores de la civilización y de su deseo de tener relaciones sexuales con Lenina. Este plan sigue su curso hasta que se corre la voz y al faro de John acude un puñado de periodistas. Su abnegación espiritual es grabada en vídeo, del cual hacen una popular película. La gente ha sido insensible al sufrimiento humano durante tanto tiempo que piensa que es emocionante ver a un tipo castigarse.

Finalmente, aparece Lenina. John se odia por desearla tanto sexualmente, así que se azota a sí mismo y después también a ella. Por supuesto que a estas alturas se forma una gran multitud de pie alrededor de ellos para ver esta recreación de la película y todos se meten tanto en ella que acaban golpeándose a sí mismos y entre sí. Como es de esperar, todo el asunto acaba en una gran orgía, lo cual es lógico, pues la violencia y el sexo están estrechamente vinculados en la novela. Al día siguiente, después de haberse ido la gente, John se despierta y dice que ‘lo [recuerda] todo’, lo que sugiere (aunque no se explicita) que en medio de aquella frenética orgía tuvo relaciones sexuales con Lenina. Atormentado por la culpa, John se cuelga de las vigas del faro, y la novela termina con la imagen del cadáver de John girando lentamente suspendido en el aire. Creemos sinceramente que nadie vive feliz para siempre en esta historia.

Joed Biden eleva la vigilancia sobre la inversión china en sus sectores tecnológicos más punteros. Estados Unidos aprueba un decreto para blindar la inteligencia artificial, la ciberseguridad y la biotecnología. Alega para ello razones de seguridad nacional. “Ciertas inversiones de personas extranjeras, en particular de naciones competidoras o adversarias, pueden presentar riesgos para la seguridad nacional”, explican en Whashington. Norteamérica cuenta ya con una Comisión sobre Inversión Extranjera (CFIUS) creada en 1975 y presidida por la secretaria del Tesoro, en la actualidad Janet Yellen. La nueva orden la desarrolla y reconoce explícitamente que algunos países utilizan la inversión extranjera para obtener acceso a datos y tecnologías sensibles con fines perjudiciales para la seguridad nacional de Estados Unidos. La pandemia, la invasión rusa de Ucrania y la creciente rivalidad estratégica y económica con China han llevado a la Casa Blanca a señalar algunos factores concretos a tener en cuenta a la hora de supervisar y autorizar inversiones extranjeras en el país. En realidad, la Comisión ya podía llegar a la conclusión de que esas inversiones dañaban la seguridad nacional y los poderes que ya le confería la ley no cambian, pero la orden establece materias a tener en cuenta que guiarán su actuación. “Estamos lanzando un claro mensaje”, recalcan fuentes del Gobierno, que señalan que desde ahora el análisis de la comisión pondrá el foco más en materias como los datos y la tecnología más avanzada.

“Reforzar nuestras cadenas de suministro y protegerlas contra las amenazas extranjeras mejora nuestra seguridad nacional”, ha señalado Yellen en un comunicado. “También reafirma la misión de la CFIUS de proteger el liderazgo tecnológico de Estados Unidos y la seguridad de los datos sensibles de nuestros ciudadanos frente a las amenazas emergentes”, ha dicho. El Gobierno de Biden se ha estado planteando poner límites también a las inversiones de empresas estadounidenses en algunos países extranjeros en la medida en que puedan suponer una transferencia de tecnologías críticas a potencias rivales. Una iniciativa en ese sentido naufragó en el Congreso y por ahora no hay una decisión al respecto, pero el análisis sigue en marcha. Biden ya prohibió el año pasado a ciudadanos y empresas estadounidenses invertir en 59 firmas chinas del sector de la seguridad y la defensa, con el objetivo de atajar las amenazas que suponen para la seguridad nacional de Estados Unidos. La orden aprobada ahora se refiere a inversiones extranjeras en el país.

El decreto señala directamente cinco grupos de factores a tener en cuenta. En primer lugar, el potencial impacto sobre las cadenas de suministro, esto es, las inversiones que transfieren a una persona extranjera la propiedad, los derechos o el control de determinadas capacidades de fabricación, servicios, recursos minerales críticos o tecnologías que son fundamentales para la seguridad nacional en sentido amplio. Es un asunto que se ha puesto especialmente de relieve con la pandemia y el atasco global en los suministros que produjo. En segundo lugar, el efecto de una inversión en el liderazgo tecnológico de Estados Unidos en áreas como la microelectrónica, la inteligencia artificial, la biotecnología, la computación cuántica, la energía limpia avanzada y las tecnologías de adaptación al clima. La Comisión considerará si una inversión “podría razonablemente dar lugar a futuros avances y aplicaciones en la tecnología que podrían socavar la seguridad nacional, y si una persona extranjera involucrada en la transacción tiene vínculos con terceros que puedan suponer una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos”. En tercer lugar, las tendencias en inversiones industriales que puedan convertirse en una amenaza. El Gobierno explica que una operación por sí sola puede no parecer peligrosa, pero prestará atención a si se producen múltiples adquisiciones o inversiones en un mismo sector o en sectores afines. Los posibles riesgos de ciberseguridad derivados de inversiones extranjeras son el cuarto factor que la orden llama a tener en cuenta. Por último, la orden subraya que los datos son una herramienta cada vez más poderosa para la vigilancia, el rastreo, el seguimiento y la selección de personas o grupos de personas, con efectos potencialmente adversos para la seguridad nacional. La Comisión deberá considerar si una inversión extranjera permite explotar dicha información en detrimento de la seguridad nacional, incluso mediante el uso de medios comerciales o de otro tipo.

Preguntados sobre si estos criterios lanzan el mensaje a China de que Estados Unidos ha dejado de ser un país tan abierto a sus inversiones como hasta ahora, cargos del Gobierno de Biden señalaron que la normativa no está específicamente dirigida a un país en concreto y que las operaciones se analizarán caso a caso. “No hay nada específico sobre China en esta orden. Dicho eso va a ser importante de dónde vengan as inversiones y quiénes sean los inversores”, han añadido. “Algunos países explotan nuestro ecosistema de inversión abierto para promover sus propias prioridades de seguridad nacional de forma directamente contradictoria con nuestros valores e intereses”, razonan en Washington…

@SantiGurtubay

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