Santiago J. Santamaría

EL BESTIARIO

MÉXICO Y EL “NARCOCINEMA”
El “narcocinema” hace que México no sea ya el país de Pancho Villa y Emiliano Zapata, sino del capo y actor “El Chapo” y otros “Benjamín García” y “El Cochiloco”.

Dejó de ser el locutor estrella de la ochentera estación WFM para hacer sus pininos en la dirección con algunos comerciales para luego pasar a la posteridad como director de cine, tras ser, como el mismo lo ha reconocido un “músico frustrado”. Ese es Alejandro González Iñárritu, conocido cariñosamente como “El Negro”, uno de los pocos realizadores mexicanos que se puede jactar de codearse con Brad Pitt, Sean Penn, Benicio del Toro, Javier Bardem y Michael Keaton, haber logrado triunfar en Hollywood y, por fin, embolsarse, gracias a su película “Birdman”, tres estatuillas Oscar en la 87 entrega de los premios de la Academia, este pasado 2015. Le precedieron “Detrás del Dinero” (1991), “Amores Perros” (2000), “21 Grams” (2003), “Babel” (2006) y “Biutiful” (2010).
Su “The Revenant”, una cinta protagonizada por Leonardo DiCaprio y que tuvo un estreno limitado el 25 de diciembre, está proyectándose esta semana en todo el territorio estadunidense. Basada en hechos reales y con bastantes opciones de cara a los próximos Oscar, opta también a ocho Bafta, Premios de Cine de la Academia Británica. “El Renacido” cuenta la historia épica de Hugh Glass, un explorador que fue atacado por un oso y luego fue abandonado por sus compañeros de expedición.
“Yo me entiendo mejor a través de los otros, y el retrato de los otros me ayuda a entender quién soy, a entender quién es mi país. Siento una curiosidad profunda por los seres humanos y me doy cuenta de que no importa la historia que cuente, todos compartimos las mismas alegrías y los mismos dolores”, son palabras de este chilango nacido un 15 de agosto de 1963 en la ciudad de México.
El cine mexicano está de moda en el mundo gracias a directores como Alejandro González Iñárritu, Alfonso Arau, José Buil, Sabina Berman, Carlos Bolado, Luis Carlos Carrera, Armando Casas, Alfonso Cuarón, Alejandro Gamboa, Guillermo del Toro y Luis Estrada. Este último ha tenido una proyección internacional en los últimos años merced a sus películas amables de “narcocinema”, con títulos como “Un mundo maravilloso”, “La ley de Herodes”, “El infierno” y “La dictadura perfecta”.
Desde hace años, los enfrentamientos entre los narcos por controlar el mercado de la droga que se consume en el mismo México y se exporta para Estados Unidos, se han convertido en material de inspiración cinematográfica, sin las pretensiones artísticas de un Iñárritu, que arrasa en los mismas tiendas donde podemos ver a jóvenes que compran por ejemplo viseras con lemas como “El señor de los cielos”, “Juntos hasta la muerte” y “45 ACP”. A veces con humor y siempre con grandes dosis de violencia, el “narcocinema” narra los mismos relatos populares que antes se contaban a través de la música. “Narcocorridos” hechos imagen que inspiran títulos como el clásico “La banda del carro rojo”, “Los Narco Juniors” o la saga de “El baleado”.
Las historias sobre narcotraficantes han causado sensación en la televisión. México, España, Estados Unidos y sobre todo Colombia han sabido sacar provecho a tan llamativos dramas basados en la vida real. A través de las redes sociales, la distribuidora Dragon Films dio a conocer el tráiler de la película “El Chapo, el escape del siglo” que está basada en la segunda fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. La cinta está dirigida por Axel Uriegas y será estrenada el próximo viernes, 15 de enero.
“El Chapo”, al igual que meses atrás lo hiciera Servando Gómez Martínez, “La Tuta” o ‘El Profe’, el líder de los Caballeros Templarios con sus famosos videos que empachaba YouTube de surrealistas mensajes “sociales” y entrevistas con políticos y empresarios de Michoacán, se creyó su propia leyenda. Esa fue su perdición. Oculto en su feudo de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante más buscado del planeta, dio rienda suelta a su megalomanía y movió los hilos para poner en marcha una película sobre su propia vida. Desde la clandestinidad, sus abogados contactaron con actrices y productores, y levantaron tal polvareda que el sorprendente capricho del líder del Cártel de Sinaloa, cuyos informes psicológicos dibujan como un ser atormentado y con delirios de grandeza, fue advertido por los investigadores que le pisaban los talones. La pista no tardó en conducir al paradero del prófugo y permitir el primer intento de captura. Fue el principio del fin. Así lo reveló la procuradora general de México, Arely Gómez González, al reconstruir los pasos que permitieron la detención este viernes del legendario capo mexicano. Esta es la historia.
La investigación tuvo como punto de partida la desarticulación de la célula que organizó la construcción del pasadizo de mil 500 metros por el que “El Chapo” huyó el pasado 11 de julio de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano. En este grupo figuraban el cuñado de Guzmán Loera, uno de sus abogados, un operador financiero y, sobre todo, el jefe del aparato de túneles del cártel. Una vez capturados, los investigadores lograron determinar los movimientos del narcotraficante tras abandonar la prisión. Primero fue llevado en coche hasta el municipio de San Juan del Río, Querétaro, a 220 kilómetros de distancia, y luego trasladado en una avioneta Cessna, en compañía de su cuñado, al denominado Triángulo Dorado, una agreste zona situada entre Sinaloa, Chihuahua y Durango. Ahí, en plena Sierra Madre, se perdía su rastro. “El Chapo” se había zambullido en su feudo. Un territorio del que era dueño y señor y donde muy pocos se atreverían a delatarle.
En esta oscuridad, el descubrimiento de que el narcotraficante se había empeñado en sacar adelante una película autobiográfica encendió una luz. El hilo, a través de los abogados y sus interlocutores, condujo hasta un rancho en el perdido municipio de Pueblo Nuevo, Durango. Era a finales de octubre. Habían transcurrido tres meses desde la huida y la crisis abierta por el escándalo seguía expandiéndose. Los comandos de la Marina actuaron. Pero la operación fracasó. “El Chapo”, aunque a duras penas, logró romper el cerco. En su relato, las fuerzas de seguridad sostienen que un helicóptero militar descubrió al narcotraficante en plena carrera, pero que decidió no disparar al verle acompañado de dos mujeres y una niña.
Tras esta huida, Guzmán Loera se adentró aún más en la Sierra Madre. Redujo su círculo de seguridad y limitó sus comunicaciones. Sus huellas, otra vez, se perdieron en la inmensidad del noroeste mexicano. Pero no tardarían en cambiar las tornas. “El Chapo”, harto de la vida de montaña, decidió ocultarse en una zona urbana. Bajo sus órdenes, uno de sus hombres, bajo vigilancia por ser miembro del aparato de túneles del cártel, empezó a acondicionar casas en Sinaloa, una de ellas en Los Mochis, la tercera ciudad del estado. Las alarmas saltaron. El inmueble fue sometido a vigilancia. El pasado jueves llegó El Chapo. En la madrugada del viernes las unidades de la Marina lanzaron su ataque.
Guzmán Loera no estaba solo. Le acompañaba Iván Gastélum Ávila, “El Cholo”, uno de los más sanguinarios sicarios del Cártel de Sinaloa, convertido ahora en jefe de seguridad de “El Chapo”. “El Cholo” ordenó a sus hombres que le cubriesen la huida. Cinco de ellos cayeron bajo el fuego de los militares, otros seis fueron detenidos. Entretanto, “El Chapo” y su escolta huyeron por las alcantarillas. Guzmán Loera ya había recurrido a esta vía en 2014, cuando, rodeado por la Marina en una casa de Culiacán, logró escaparse por un túnel que desembocaba en las conducciones pluviales. Pero esta vez no le valió la estratagema. Los soldados le esperaban en el subsuelo.
Ante su presencia, “El Chapo” y su jefe de seguridad decidieron salir a la superficie. Levantaron una tapa de la alcantarilla y, ya en la calle, se lanzaron a robar un coche. No llegaron muy lejos. En la carretera Los Mochis-Navajoa fueron interceptados. Ambos se rindieron sin disparar. Y rápidamente fueron llevados por los marinos a un hotel a la espera de refuerzos. Así terminó la fuga de “El Chapo”. Esa misma noche, tras ser exhibido ante los periodistas, con la cara un poco más gorda y el bigote y el pelo igual de negros, el líder del Cártel de Sinaloa fue conducido en helicóptero a la prisión de máxima seguridad de El Altiplano. La misma de la que se escapó en julio. La historia vuelve a empezar.

Es interesante y esperanzador que los capos del narcotráfico mexicano comiencen a mostrar un cierto interés por el séptimo arte. No sabemos si es por la influencia de los seriales de Netflix, entre ellos “El señor de los cielos”. Este servicio mensual de televisión online, actualmente cuenta con más de 60 millones de usuarios, tiene ‘enganchados’ a muchos ciudadanos y a los líderes y sicarios de los cárteles, como el de Sinaloa. “El Chapo”, hombre familiar en sus ratos de ocio y permanente mudada clandestina, no dudó en revolucionar a la farándula cinematográfica, muy poca dada a la discreción, con su encargo de producir, interpretar, dirigir, comercializar, “netflixear” su propia autobiografía. Sería un paso interesante en su ‘carrera’. Esta pasada Navidad, cumplió 57 años y me imagino que estará pensando en una diversificación de su “sociedad ilimitada”.

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