Se matan por acoso en INE
CHETUMAL. Cuatro casos de hostigamiento laboral y cuatro “infiernos”. Dos terminaron en suicidio; una renuncia y un despido que sumó una demanda interna. Todos los hilos de estas historias se cruzan en el INE, a cargo de Juan Álvaro Martínez Lozano, sobre quien pesa una demanda por acoso laboral.
No soportó más. A mediados del año pasado, Ramón Souza Mendoza, vocal del Registro Federal de Electores en la Junta Distrital 02, le dijo a sus compañeros “Tengo miedo de cag…”. Además del procedimiento interno, Juan Álvaro lo había amenazado con fincarle responsabilidades penales por un trabajo mal realizado. El 17 de julio, víctima de presiones laborales y estrés, se suicidó; aunque en algunos medios trascendió que sufrió un infarto. Tenía 51 años y había llegado al máximo nivel, rango seis en el INE, del que era fundador en Quintana Roo. Pasó de ser un hombre dicharachero y alegre, a padecer el síndrome de “Burnout”, que se emplea para el estrés laboral severo.
A finales del año pasado, Víctor Manuel Pech acudió desesperado a una institución para procurarse ayuda emocional. Tampoco pudo tolerar la presión que significó el que le hayan levantado un procedimiento.
Repentinamente bajó de peso y cambió su actitud ante la vida. Él era vocal secretario de la Junta Distrital II. Según el testimonio de uno de los profesionales que lo atendió, tenía una gran opresión por un trabajo que realizó; fue sancionado y comenzó su defensa. El veredicto fue a su favor. Pese a esto, Víctor se vio severamente afectado y el 25 de diciembre decidió quitarse la vida por ahorcamiento. Estos dos casos han llamado la atención del servicio profesional que envió a una especialista a hacer un diagnóstico de lo que pasa en Quintana Roo.
“La realidad es que dormimos pocas horas y estamos sometidos a grandes presiones, además del hostigamiento del vocal presidente del INE”, confirma una fuente al interior del organismo.
“Lo que viví ahí hasta que renuncié fue un infierno”, describe una mujer a la que no le quedó más que irse ante el cúmulo de actas administrativas, con el fin de sacarla de su puesto. No quiere dar su nombre, porque el sólo recordar lo que vivió le causa trastornos. “Cuando alguien se le cruza al licenciado Álvaro, no para hasta que lo corre o se va”, dijo la afectada, que acabó en terapia.
“No tolera ni un error de ortografía, ya ha cambiado como seis secretarias y ha sido denunciado en cinco oportunidades por hostigamiento laboral”, refuerza el testimonio.
El caso más reciente que apunta a la cabeza del Instituto Nacional Electoral, es una muchacha que le enderezó un expediente interno a su exjefe Juan Álvaro, por hostigamiento y acoso laboral del que fue objeto. Quequi tuvo acceso a los documentos en los que la joven narra una serie de abusos verbales que parecen sacados de la ficción. Palabras discriminatorias de procedencia, de género, de edad y abuso de funciones, son algunos hechos que se narran en la copiosa demanda en poder de este periódico.
“El ponerme a pensar en todo eso me causaba noches de insomnio, no comía adecuadamente y entré en un estado de depresión e impotencia”, describe la joven, y que forma parte del clima laboral que ya dejó un saldo mortal y trastornos a exempleados. ¿Cuatro casos y cuántos más? (Por Luciano Núñez).
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