LA DIOSA IXCHEL. El Castillo

 

 

NO EXISTEN CACIQUES EN LA DEMOCRACIA

Nada podría ser mejor para los ciudadanos que contar con una atractiva baraja de aspirantes a gobernarlos, ya sea en el municipio, en la gubernatura, o para, desde las curules, transformar en leyes y regular todas aquellas prácticas de usos y costumbres presentes en el abismo de la ilegalidad. Y esta atracción sin duda está cimentada en el conocimiento de las trayectorias, del pensamiento, de la formación, de la posesión de valores de todo tipo. Sin embargo, y por desgracia, hemos sido testigos del desdibujamiento de las ideologías, de los conceptos, del alejamiento de los principios de formación de cada partido político. También del salto de personajes de una organización a otra sin el menor rubor. De los “berrinches” por no ser los elegidos y, por lo tanto, las operaciones troyanas surgen por doquier. No se trata de ambicionar encontrarse dentro del servicio público por su significado real, menos aún por perseguir el bien de la comunidad; se trata de seguir pegados a una ubre productiva por décadas. Para este tipo de politiquillos no hay tiempo de espera, no existen los impases de trabajo productivo, no hay apoyos a sus organizaciones de manera gratuita o en compensación por los cargos otorgados. Es el hoy, hoy, hoy, sin una medición justa de consecuencias.

 

Las alianzas incomprensibles, pese a su presencia en varias elecciones, han demostrado grandes fracasos en el momento de gobernar, sin embargo, se insiste en ellas con el único afán de hacerse del poder. La del PAN con el PRD la justifican señalando poseer puntos de coincidencia, los cuales al ser vistos a profundidad, en los renglones sensibles, en los marcados para el desarrollo, son totalmente opuestos. No han logrado conformar gabinetes estatales o municipales sólidos. Son los extremos, no tienen punto medio, salvo aquel en el que aparece la ambición, tanto de poder como económica. En Nayarit se dio el primer ejemplo de fracaso de una unión tan dispareja. Oaxaca es la muestra del presente; el desquiciamiento gubernamental ha durado ya seis largos años y el desfile de funcionarios surgidos de todos los partidos ha sido interminable. El retraso y el descontento popular están a la vista y no se vio ni se vivió ningún día diferente en beneficio de los oaxaqueños, sino todo lo contrario. Se recrudecieron los problemas y se alejó cada vez más su integración a las etapas de desarrollo. El dinero, para variar, es un ente desaparecido.

 

Pero si a ese tipo de alianzas le sumamos otros inconvenientes surgidos de quienes las abanderan, la situación empeora notablemente. Tenemos el caso, por ejemplo, de don Carlos Joaquín y en general de su familia. El titular de Energía, don Pedro, no ha sido capaz de levantar un dedo para generarle un beneficio a sus paisanos, los quintanarroenses. En la dependencia de la cual es titular, es de donde surge todo el expediente para lograr la autorización de Hacienda y conseguir se aplique la tarifa eléctrica correcta, la señalada para entidades como Quintana Roo, en donde la percepción ambiental va más allá de los 40 grados y se registran en promedio más de 35 grados durante el año. Por lo tanto, debería aplicarse la misma de Yucatán. Tampoco presentó la lucha para contar en el Sur con gasolinas al precio de la frontera Norte. Como senador, tampoco hizo nada en beneficio de sus exgobernados. El caso del abanderado por la alianza PAN-PRD es muy similar. Como subsecretario de Turismo no volteó a ver en lo más mínimo al estado pionero al que pretende gobernar. El hecho de pertenecer a una familia en donde uno es priista, otro panista-perredista y dos más que representan a los mismos de la coalición, no habla de democracia, sino de búsqueda permanente de poder, de permanencia caciquil.

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