SANTIAGO J. SANTAMARÍA. El Bestiario

 

LAS TABACALERAS SE ‘COLOCAN’ POR LA MARIHUANA

 Unos documentos descubiertos en la Universidad de San Francisco revelan que Philip Morris coqueteó con el negocio de la “mota” en tiempos de Richard Nixon, el tabaco comenzaba ya a cuestionarse…

La legalización se palpaba en el aire en los años 70, aunque el presidente del “Watergate” se oponía rotundamente, pese a ello, entre 1973 y 1977, once estados despenalizaron la posesión para consumo personal; la elección de Jimmy Carter, en 1976, también relajó la criminalización de la droga, hasta la llegada de Ronald Reagan y su viraje conservador que se tradujo en la total prohibición. México debate sobre la legalización de la marihuana. Un proyecto de la Suprema Corte propuso regular la siembra, el cultivo y el uso recreativo de la droga. Una medida histórica para un país que es el segundo productor mundial de cannabis, después de Marruecos, la cuna del narco más poderoso del mundo y donde desde 2006 la lucha contra el tráfico de drogas ha dejado sembrado de cadáveres el territorio nacional, con más de 80,000 muertos. Nuestro país despenalizó el consumo de drogas en 2009 y está permitido llevar encima hasta cinco gramos de marihuana. Todo lo que tiene que hacer esa persona para adquirirla es delito. El Código Penal mexicano establece penas de 10 a 25 años de prisión para quien produzca, trafique o recete sin licencia algún narcótico.

Las sentencias por el tráfico de estupefacientes pueden llegar hasta los 37 años de cárcel si quien lo realiza es un servidor público, si ha utilizado a un menor de edad para cometer el delito o si éste es la víctima, si se lleva a cabo en centros educativos o si lo receta un profesional del sector salud. México no sanciona el cultivo de peyote u hongos alucinógenos si se demuestra que se usan para ceremonias, dentro de los usos y costumbres de los pueblos y comunidades indígenas.

En el país hay alrededor 5.7 millones de consumidores de marihuana, según la última Encuesta Nacional de Adicciones. En Estados Unidos esta cifra aumenta a los 18 millones de personas, siendo el narcótico más común en el país (y en el mundo), según recoge la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud de Estados Unidos. La regulación para el uso recreativo se ha aprobado en algunos lugares de Estados Unidos como en Colorado y Washington, Alaska y Oregón y en el distrito de Columbia; además en Uruguay.

El último informe sobre drogas de la ONU, señala que todavía no es posible conocer los efectos en el consumo de estas regulaciones. Pero advierte que, al haber disminuido la percepción de los riesgos y haber aumentado la disponibilidad, “tal vez se incremente el consumo y la iniciación en los jóvenes”. Y añade que, aunque esto repercuta en un aumento de los ingresos públicos, se deberá evaluar si esas cifras contrarrestan los gastos en prevención y atención a la salud. En el caso de Uruguay sí se ha observado un retroceso del mercado ilegal de la marihuana. Los consumidores prefieren la artesanal de los autocultivos. La venta en farmacias en el país sudamericano se dará este año.

Mientras estamos ante una auténtica “revolución” pro legalización de la marihuana, paradójicamente se “ilegaliza” cada vez más el consumo del tabaco. No es la primera que esto ocurre. Que la industria del tabaco coqueteó con el negocio de la marihuana a finales de la década de los 60 y principios de los 70, en la época en que Richard Nixon ocupaba la Casa Blanca, es un hecho que ha salido a la luz a través de los documentos hallados en la Universidad de California San Francisco (UCSF).

Los archivos descubiertos revelan como las grandes compañías tabacaleras previeron que la legalización de la hierba iba a ser inminente en el país y se adelantaron a dar los primeros pasos para participar en el lucrativo negocio. Había una recesión en el consumo del tabaco. Incluso hubo alguna compañía, como Philip Morris, que pidió al gobierno federal que mantuviese confidencial el resultado de sus investigaciones sobre la hierba, expresando el deseo de que “no hubiese ningún tipo de publicidad”.

“Le facilitaremos los resultados confidencialmente y le pedimos que no identifique ni haga público donde ha sido realizada la investigación”, pedía en 1969 un vicepresidente de Philip Morris a Milton Joffee, el jefe de investigación científica sobre drogas en la Casa Blanca en aquella época, en plena guerra contra los narcóticos de la administración Nixon. Y Joffee respondía: “No veo que exista ningún impedimento para mantener la confidencialidad que usted solicita”, esquivando así los procedimientos y formularios requeridos por el Departamento de Alimentación y Narcóticos.

Los documentos, descubiertos por investigadores de salud pública, sacan a la luz nuevos datos sobre la era del republicano Richard Nixon y, lo que es más significativo, aparecen en el momento en que en Wall Street empiezan a sonar las voces de algunos analistas que dicen que las compañías tabacaleras podrían estar considerando otra vez expandir su negocio con vistas a la legalización de la marihuana.

“El hecho de que la industria tabacalera estuviese explorando las posibilidades del negocio es algo que sigue sucediendo hoy en día”, señala Stanton Glantz, el director del Centro para las Investigaciones sobre el Control del Tabaco de la USCF. “La única cosa en la que se equivocaron es que creyeron que la legalización se daría mucho antes”, añade.

La postura de la industria tabacalera es quitar importancia a los documentos encontrados y negar que tengan algún tipo de interés en entrar en el negocio de la marihuana. “Nuestra compañía no tiene ninguna intención de vender productos que tengan que ver con la marihuana”, ha manifestado David Sylvia, portavoz de Altria Group Inc (la compañía matriz de Philip Morris), en declaraciones a Los Angeles Times. “No queremos involucrarnos en nada relativo a la marihuana”.

Tampoco la industria del tabaco reconoció en el 71 que estuviese vinculada con el negocio. Joseph Cullman, uno de los directivos de Philip Morris, así lo aseguró, contradiciendo así la nota escrita a mano del entonces presidente de la compañía, George Weissman, en la que dejaba constancia de la exploración de “potenciales productos”. En otro documento de Philip Morris, esta vez sin firma, se lee: “Estamos en el negocio de relajar a la gente que está tensa y proporcionar un subidón a la que está aburrida o deprimida. La única amenaza a este negocio es que la sociedad encuentre otras maneras de satisfacer estas necesidades”.

Los documentos hallados no sólo implican a Philip Morris, sino también a otras grandes firmas del tabaco, tales como American Tobacco Co y British American Tobacco. El llamado “Pot Project” (Proyecto Marihuana) fue también lanzado en Gran Bretaña.  British American Tobacco, la segunda compañía tabacalera más grande del mundo, ideó en 1970 un plan estratégico para producir cigarrillos que contuviesen marihuana si se legalizaba la hierba y así provocar un cambio en el hábito de fumar. La compañía ha manifestado en un comunicado que “eso sucedió hace mucho tiempo y que hoy en día no están interesados en el negocio”. Lo cierto es que las voces que vinculan tabaco y marihuana suenan de nuevo y algunos inversores adivinan que fundamento no les falta.

Ya es un tópico en los tiempos que corren decir que la política represiva del consumo de drogas ha sido un fracaso y que ha llegado la hora de su legalización. Antes que nada digamos que el fracaso está mucho más en la sociedad contemporánea, que desde hace medio siglo ha sido ganada por un consumo devastador que todos los días nos cobra vidas, algunas tan notorias como la del actor Philip Seymour Hoffman, fallecido este pasado 2015, el eterno Truman Capote y su película “A sangre fría”. Mientras las juventudes no sientan que sus vacíos espirituales, sus angustias existenciales o sus aventureras rebeldías no se saciarán con paraísos artificiales, habrá una demanda y, como inevitable consecuencia, existirá una oferta. Ser o no ser, esta es la cuestión, que dijera el célebre inglés William Shakespeare.

A partir de esa demanda, la represión efectivamente no ha logrado, ni logrará la erradicación del consumo. Su enfrentamiento a las redes del narcotráfico, sin embargo, ha servido para detener su avance sobre el poder político y la influencia social. Si Colombia no hubiera resistido como lo ha hecho a la narcoguerrilla, ¿No es razonable pensar que hoy tendríamos un gobierno colombiano digitado por los herederos de Pablo Escobar?

Lo que claramente decepciona es que siendo una prioritaria cuestión de salud, no se estén realizando las campañas preventivas que informen sobre los males que hoy sabemos fehacientemente que producen las adicciones, aun la célebre marihuana, que durante años fue tomada como inocua y hoy nadie duda, en la comunidad científica, de sus perniciosos efectos sobre la concentración, la depresión, la paranoia, la memoria y aun la inteligencia. También se sabe que aumenta el riesgo en los accidentes de tránsito, universalmente prevenidos en el consumo de alcohol y de más difícil control en su caso.

Es altamente sospechosa la campaña mediática internacional a favor de la legalización de la marihuana en plena criminalización social y política del tabaco. ¿Por qué Vicente Fox, expresidente mexicano, se ha subido, casi obsesivamente, al carro de los que apuestan por la liberalización del consumo y hasta comercialización de la “mota”?

 

@SantiGurtubay

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