LA DIOSA IXCHEL. El Castillo

 

IMPORTANCIA DEL PASADO PERSONAL

No existe un ápice de morbo, se trata de saber, de conocer, de estar ciertos de cuáles son los cimientos que acompañan a quienes pretenden gobernarnos. Finalmente ellos, de una forma o de otra, consiguen meterse hasta la cocina, definir si vamos a tener para comer o no y con ello si se tiene material, inclusive, para evacuar. Por tanto ¿por qué no meternos por una sola vez a sus hogares, escudriñar su niñez, su adolescencia, buscar el encuadre de su formación para estar ciertos de la existencia de algún punto de identificación? Es seguro que son pocos, muy pocos, los conocedores del pasado de los engendrados y educados dentro de la llamada “cultura del esfuerzo”. Se presentan antecedentes académicos de todo tipo, endebles, espectaculares, tramposos, con menciones inexistentes o sin comprobación real de las instituciones en donde dicen se cursaron doctorados y maestrías, etcétera. Y lo mismo cuando se relaciona paso a paso su experiencia en los cargos dentro de la administración pública o la política. ¿Pero de su esencia, qué sabemos?

 

José Luis Pech, el candidato de Morena, nos ha narrado su niñez, la pobreza existente en su hogar, la separación de sus padres, los esfuerzos de ambos por darles una educación, la formación en el seno de la familia paterna, los esfuerzos para alimentarlos, mandarlos a la escuela, buscar no solo el sustento diario, sino abrir el camino para encontrarse con la posibilidad de ir a estudios superiores. Ningún nivel de pobreza le es desconocido, tampoco el del esfuerzo, y haciendo un traslado de hace 5 décadas a la fecha nos revela, con tristeza, la parálisis del país. Habla de la existencia de zonas con tantas necesidades como las que acompañaron su niñez y adolescencia, tal cual si México no hubiese crecido, ni desarrollado, ni puesto atención, en educar a todos los menores con el fin de no sumergirlos en una ignorancia que conlleva hambre y miseria. Pech Várguez se autocalifica un buen hijo, buen padre y hombre honesto. Ha procreado cinco hijos, tres en su primer matrimonio y dos en el segundo. Convive y se siente orgulloso de todos. Disfruta de sus recorridos y más aún, de mostrarse como ejemplo de crecimiento alejado de corrupción o ilegalidades.

 

Mauricio Góngora, candidato de la alianza PRI-Verde-Panal, surge como otro ejemplo de formación dentro de esa cultura del esfuerzo, la cual se acompaña de valores que hemos visto desaparecer en los últimos tiempos. Sus padres se dedicaban, en Cozumel, al comercio y los hijos tenían que ayudar antes de contar con el permiso y el tiempo para los juegos y las obligaciones escolares. Descargar la mercancía de los camiones, anotar lo fiado, atender amablemente a la clientela, ser educados y atentos con las señoras y disfrutar plenamente de cada juguete recibido en premio, son sus mejores recuerdos. Pagarse los estudios universitarios vendiendo ropa usada en Monterrey, ahorrar lo suficiente para llevar a la novia al cine, dar la palabra y casarse, son parte de esa formación. Hacer honor a la palabra empeñada ha sido su mejor virtud, aunque también ha llevado su dosis amarga. Estar en contacto con la gente, con aquellos que al igual que él tienen sueños por realizar, metas que alcanzar, con quienes hoy sufren carencias, pero que usan como pista para despegar, el trabajo y el deseo de superación, lo llevan a una planeación de gobierno que logre coronar esos objetivos.

 

Antes de ser buenos políticos –encontrados como agujas en el pajar-, la situación actual requiere de hombres con formación, honestidad, sensibilidad, bondad y conocimiento a toda prueba. Tal vez y solo así…

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