Fin de semana espiritual

Feligreses celebraron las fiestas patronales de la parroquia de Cristo Resucitado de Cancún.

Por Jesús Ricalde > Quequi

Cancún, Q. Roo. El pasado fin de semana, la comunidad de la Parroquia de Cristo Resucitado, ubicada en la zona hotelera de Cancún, se unió en celebración durante su fiesta patronal. Diversas actividades fueron llevadas a cabo en conmemoración de esta importante fecha, que atrajo la participación de fieles y devotos.

Una de las características más destacadas de este evento fue la venta de una amplia variedad de platillos tradicionales, que deleitaron los paladares de los asistentes y contribuyeron a crear un ambiente festivo y acogedor. Además, se llevaron a cabo procesiones y misas solemnes, en las cuales participaron activamente varios de los apostolados de la parroquia, fortaleciendo así la unidad y la fe de la comunidad.

La historia de la Parroquia de Cristo Resucitado se remonta a 1995, cuando comenzó con un modesto techo de hojalata sostenido por cuatro postes. Desde entonces, bajo la dirección espiritual del Padre Fernando Rodríguez, L.C., y con la bendición de Monseñor Jorge Bernal, L.C., la parroquia ha experimentado un notable crecimiento tanto físico como espiritual, así como cambio de párroco. El 15 de julio del año 2000 marcó un hecho significativo con la construcción de la primera columna, un símbolo tangible del progreso y la dedicación de la comunidad.

Hoy en día, la Parroquia de Cristo Resucitado es un centro vibrante de actividad, con 42 grupos y organizaciones dedicados a servir a una amplia gama de necesidades dentro y fuera de la comunidad. Desde la atención a niños, jóvenes y familias hasta la asistencia a los más necesitados, la parroquia se compromete a llevar el mensaje de amor y compasión a todos los rincones de la sociedad.

Un elemento central y fundamental de la vida parroquial es la Capilla del Santísimo Sacramento, donde los fieles encuentran consuelo, fortaleza y renovación espiritual. Es aquí donde la comunidad se reúne para adorar y compartir la presencia real de Cristo en la Eucaristía, nutriendo así su fe y su relación con Dios.

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