Misión Evangélica: El Evangelio encarnado

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; Amén. Mt. 6:9-13.

“Padre nuestro…pan nuestro” El Padre de todos y lo que todos queremos.
Da pan al hambriento, así serás un buen cristiano. La fe cristiana de hoy es llamada a armonizar la ortodoxia con la orto praxis, la espiritualidad con el compromiso social, el mensaje del evangelio con la acción solidaria.
La esperanza del Reino de Dios cobra fuerza no en la política, sino en el evangelio que transforma al ser humano. Sabemos que la causa de la pobreza y de la injusticia no provienen de Dios, sino de la maldad y el deterioro moral. Por Ortodoxia (orthós “correcto” y doxa “creencia”) se entiende a la forma exacta y fiel con que un individuo o un grupo humano expresa sus creencias y sus convicciones. Y por Ortopraxis (de orthós “correcto” y praxis “acción, comportamiento) se dice a la relación como un individuo o un grupo humano actúan en su entorno de su vida práctica. Por tanto, los empresarios cristianos no pueden alabar a Dios por la prosperidad de sus empresas que pagan sueldos miserables; los hombres no puedes adorar al Dios justo por las riquezas obtenidas con sobornos e injusticias.

La causa de la pobreza está en la injusticia, la mala distribución y en la concentración de la riqueza. Las condiciones que viven muchos, sin agua y luz, con frio, calles sin pavimentar y falta de alimentos, es un insulto ofensivo a la dignidad. Observa los rostros de los niños que venden dulces, que andan en las calles, ¿A caso podemos ignorar que también poseen la imagen del Dios Todopoderoso que trae el rico? Es común ver ciudades entro de la ciudad, zonas residenciales y complejos bien resguardos que el pobre solo entra para prestar servicios. La desigualdad social es cada vez mayor. Pobreza y violencia van de la mano, la segunda es consecuencia de la primera. La opresión busca liberación, no se justifica, pero se explica.

Los condenados a condenar, son víctimas de un sistema. Unos ricos y otros pobres. Pastores ricos con grandes mansiones, carros lujosos, dinero en los bancos y cajas de seguridad, engordados con el negocio de la fe, son igual al rico que explota al pobre. Ambos condenados a condenar, víctimas de un sistema. Hoy más que nunca, necesitados a encarnar el evangelio liberador que nos haga voltea a ver a los menos favorecidos.

¡Bendiciones amigos y hermanos del camino, del camino de Dios! Ps. Carlos César González Cruz.

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