La Columna Por Gerardo García

Si no puedes con Airbnb… pues cóbrale

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Es que no hay de otra. Decía el clásico que contra la base por bolas, pues simplemente no hay defensa. O aquel otro lugar común que reza: si no puedes con el enemigo… pues cóbrale impuestos. Y entonces de lo perdido, lo que aparezca.

Airbnb, la plataforma tecnológica que oferta alojamiento en casas y departamentos de corto plazo más importante en el mundo, es, ha sido disruptiva en la industria turística. Hay un antes y un después de Airbnb para la hotelería, las agencias de viajes; un cambio en la manera de viajar y hospedarse para millones de personas. De acuerdo a estimaciones de sus inventarios, Airbnb y Homeway ofrecen más de 40 mil habitaciones en todo México, el equivalente al 6% de la oferta de habitaciones del sector en el país. Para comparar, la mayor cadena hotelera de México, Grupo Posadas opera 23 mil 700 cuartos, y la segunda, que es City Express apenas alcanza las 12 mil 900 habitaciones. En los destinos turísticos del país, se contabilizan unas 8 mil en Playa del Carmen y Tulum, cuatro mil 400 en Puerto Vallarta, dos mil 200 en Cancún, mil cuatrocientos en los Cabos y unas seis mil en la Ciudad de México. De igual manera, se estima que las ventas anuales de estas dos plataformas en México alcanzan los 14 mil millones de pesos, dejándole de pagar al Sistema de Administración Tributaria al menos cuatro mil millones de pesos al año. De ese tamaño es el asunto.

Airbnb ha cambiado de igual manera el mercado residencial turístico; ya hay desarrollos en Cancún –Riva en Puerto Cancún, el primero de ellos- que abiertamente en su oferta de mercadotecnia a los inversionistas lo presentan como el primer condominio de lujo en el que la renta vacacional podrá desarrollarse sin mayores problemas. Que inviertan, pues, en departamentos para dedicarlos a este mercado y así generarles rendimientos inmediatos por su inversión.

La respuesta de la hotelería, no sólo en el país, sino en casi todos los países donde opera, es de rechazo. Argumentan que no juegan en igualdad de condiciones, pues estas plataformas no están sujetas a los costos fiscales que significa la operación de las empresas establecidas; que sin pagar impuesto alguno, Airbnb aprovecha de igual manera la infraestructura urbana y de servicios sin pagar un solo peso. Una competencia desleal que en efecto existe. Más allá que se trata de una oferta de alojamiento distinta a la tradicional, que no supone el gasto en servicio a los que contratan por estas vías casas o departamentos, es verdad que no pagan un peso en impuestos, a diferencia de sus competidores hoteleros.

En varias ciudades del mundo, comenzando por San Francisco en Estados Unidos, se ha conseguido que estas plataformas paguen un impuesto a la ciudad por el alojamiento que les contratan. De alguna manera, lo regularizan desde el momento en que les cobran un impuesto. Se sabe que en Cancún –hace unos días lo declaraba Eduardo Mariscal, el director de Fiscalización del municipio- se estudia ya el imponerles un gravamen de un tres por ciento, al igual que el Impuesto al Hospedaje, que sirva para los servicios públicos que el ayuntamiento le da a la ciudad. Que la carga que significan los huéspedes que se alojan en departamentos y casas a través de estas plataformas, aporten una cantidad de recursos a las finanzas municipales.

No es una mala salida. Negarse a la existencia de Airbnb es tan equivocado como rechazar a Uber. Se trata de un cambio en la manera de alojarse, viajar y transportarse. Uno que es el que busca un mercado en específico que no significa, de ninguna manera, el fin de la hotelería tradicional.

Pero poner el piso parejo sí parece ser una buena oportunidad de comenzar con una regulación que termine por hacer que el consumidor tenga frente a sí la oferta que más le convenga.

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